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ANÁLISIS DE DEPORTES

Sobre Villar, la FIFA y el respeto a la ley

Fotografía

Por Roberto J. MadrigalTiempo de lectura3 min
Deportes09-03-2008

La FIFA, tanto como decir su presidente, el suizo Joseph Blatter, usa –y abusa de– su capacidad de coerción: Grecia ya se echó atrás en 2006, después de ser suspendida, y también Portugal hubo de rectificar su propia legislación por la amenaza. Sin embargo, aun a riesgo de ser el primo en esta historia, no hay duda de que las federaciones nacionales se han de someter, como cualquier persona –ya sea física o jurídica– al ordenamiento legal vigente. Pero éste no lo marca la FIFA, sino la legislación de cada país, o en el caso europeo, las disposiciones de la Unión Europea. El espíritu de la norma FIFA, aplicado con sentido común, se refiere especialmente a los casos de países que, bajo dictaduras, imponen a un títere para manejar el fútbol desde un contexto político. Pero no es lo mismo que una institución representativa demande a todas las federaciones no clasificadas para los Juegos Olímpicos que unifiquen su calendario de elecciones. Se intenta meter en el mismo saco problemas muy diferentes entre sí. Por eso huele a podrido en el fútbol. Como bien reconoció la Audiencia Nacional al denegar las alegaciones –a título individual– del presidente de la RFEF, Ángel María Villar, las federaciones no son instituciones estrictamente privadas; reciben fondos públicos y gestionan un patrimonio intangible, la imagen de España, al que representan en su actividad, los partidos internacionales de selecciones. Que ninguna otra federación haya reclamado es indicativo del régimen absolutista que Villar ha puesto en marcha durante las últimas dos décadas. Además, por si quedaban dudas, la Asamblea de la RFEF, servil, retiró el artículo de su reglamento en que se obliga a cumplir el ordenamiento jurídico español, rechazó aceptar la orden ministerial que obligaba a convocar elecciones–pese a la impugnación de varias federaciones territoriales– y, de paso, aprovechó para señalar que los candidatos a la presidencia de la RFEF deban tener un año de experiencia, al menos, en alguno de los órganos de la Liga (LFP), la propia Federación o las territoriales, clubes, FIFA o UEFA, que en la práctica excluye al candidato que se había presentado como alternativa, el ex presidente del Mallorca Mateo Alemany. Esto, traducido a lenguaje corriente, no es más que la enésima cacicada de Villar, que ya debería estar inhabilitado de su cargo por la cesión, fraudulenta –según reconocieron los tribunales– de los terrenos que ocupa la Ciudad del Fútbol de Las Rozas (Madrid). Villar intenta desviar la atención achacando la iniciativa del secretario de Estado para el Deporte, Jaime Lissavetzky, a una cuestión personal. Pero no lo es, y el fútbol, por mucho reglamento que imponga la FIFA, no es un deporte que tenga normas al margen de los demás. Lissavetzky, o el nuevo secretario de Estado que surgiera tras las elecciones generales, debe tener mano firme y exigir el respeto a la legalidad. Y si es necesario, recurrir a los tribunales, ya sea ordinarios o deportivos, porque siempre tendrá la razón, porque una disposición legal no es una injerencia en el funcionamiento de una institución, las federaciones. Y si a Villar o a Blatter les rechina porque pone en riesgo su hegemonía, peor para ellos, porque no están por encima de la ley. Y aunque España no dispute la Eurocopa, ciertos principios están por encima del negocio que cuatro padrinos quieren controlar.

Fotografía de Roberto J. Madrigal