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EL REDCUADRO

Guerra no, gracias

Fotografía
Por Antonio BurgosTiempo de lectura3 min
Opinión02-02-2003

Si no ando mal de olfato sociológico, nunca había habido un gobierno tan belicista en una sociedad tan pacifista como en toda esta guerra anunciada se está mostrando la española. Tengo amigos de progresistas y conservadores, culés y madridistas, ricos y tiesos como una regla. De conocidos, ni les cuento. Bueno, pues todavía no he encontrado a nadie que defienda no sólo que España se meta en guerra contra Irak, sino que ni los americanos, como autonombrados policías del mundo que son, sigan adelante con los faroles en esa guerra que más que un objetivo bélico parece un encoñamiento, tan irracional y ciego como un oscuro amor desbocado en un claro soneto de Rafael de León. Vamos, que ni podemos permitirnos el lujazo de retirarle el saludo a un amigo que se ponga farruco defendiendo la guerra contra Sadam. Hasta tengo un argumento por estrenar, que con lo bien que lo llevo pensado, nada, no me ha salido ocasión de ponerlo a funcionar con mi bien lubricada maquinilla de silogismos. Dice así ese argumento que tengo por estrenar: "Si, vale, Sadam es un dictador; pero también lo es Fidel Castro y no por eso van a desembarcar los "marines" en el Malecón habanero; sí, vale, Sadat tiene armas secretas de destrucción masiva, ¿pero es que no las tienen acaso también los americanos, y a lo mejor no tan lejos como en Irak, sino tan cerquita como en Rota?" Pero no hay forma de sacar mi panoplia aristotélica del pacifismo, porque por más que lo busco no encuentro a nadie que defienda esta guerra, que de momento va a hacer sacar de los armarios del Carnaval gaditano aquel estribillo de El Peña de Cai cuando la guerra del Golfo: "Hay qué casualidad/ahora una guerra mundial,/la gente no respeta/ni que estamos en Carnaval". Y si nadie en España está a favor de la guerra, la pregunta que sigue tiene menos respuesta todavía: ¿con quién habla entonces Aznar para que se gaste ese ardor guerrero de cabo gastador? Debe de ser que, en el síndrome de soledad de la Moncloa, no habla más que con Bush y con Blair. O, en todo caso, con Federico Trillo, que probablemente está deseando otra vez deshojar la rosa de los vientos para su poema verbal del alba y del levante. Menos todavía me explico la exhibición previa de esta guerra. ¿No quedamos en que en las guerras era fundamental el factor sorpresa? Esta guerra tiene menos sorpresa que un número de magia de Tamarit. Todo se les va en anunciar los portaaviones, los batallones, los aviones, los barcos hospitales que mandan hacia allá. Los americanos, en público, nos piden protección de sus convoyes para cruzar el Estrecho, será para que no se lleven por delante dos o tres pateras. Es como si los americanos hubieran anunciado su concentración de paracaidistas en Inglaterra antes del desembarco en Normandía. Los espías iraquíes lo tiene facilísimo: basta con que se pongan ante la CNN y llamen a Bagdad a cobro revertido: "Jefe, que van dos portaaviones más, ahora ingleses...". (No dicen por la CNN ni por TVE lo que todos pensamos: "Guerra no, gracias").