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LITERATURA

Fallece el escritor y periodista, Luis Carandell, cronista de la España parlamentaria

Por Marta Escavias de Carvajal GómezTiempo de lectura2 min
Cultura29-08-2002

Declarado a sí mismo como un defensor de la conversación y de los conocimientos y saberes inútiles, definió la tertulia como un modo de vida, por ello fundó en los ochenta la suya propia en La Taberna del Alabardero.

Allí se encontraban con sus múltiples amigos como Andrés Berlanga, Ángel Fernández-Santos, Miguel Ángel Aguilar, entre otros. “Era un genio de la literatura oral. Había tanta generosidad en él que hasta cuando contaba algo contra alguien, ese alguien salía beneficiado. Siempre resultaba simpático y nada malvado. Tenía el don de la generosidad intelectual”. Así es como sus contertulios le describían. Un auténtico maestro del periodismo que dejará un vacío inolvidable e insustituible en el mundo de la comunicación. “La suya no era propiamente humildad, sino una mirada sobre la vida siempre distanciada y con enormes dosis de ironía”. Con tan sólo 18 años, Luis Carandell se trasladó a Madrid, ciudad que lo nombró hijo adoptivo de la Villa. Tras estudiar Derecho comenzó a trabajar en El Correo Catalán. Poco después se trasladó a El Cairo como corresponsal, desde donde enviaba sus crónicas para el El Noticiero Universal. De allí viajo a Singapur, Ceilán, Calcuta y otros países de los cuales nació su libro Oriente Medio. En 1961 volvió a Madrid donde fijó su residencia y comenzó como redactor en la revista Triunfo. Una de sus secciones en ella fue Celtiberia Show la recopilación de la misma se convirtió en un gran éxito de ventas que marco a toda una generación. En 1982 se convirtió en cronista parlamentario de Televisión Española. En 1985 presentó el telediario del fin de semana y, que se sepa, ha sido el único presentador que inició un telediario de la tarde con un soneto de Lope de Vega. Lamentaba que los políticos españoles hubieran perdido los recursos de la oratoria: "Ya no hablan, leen", sentenciaba. Luis Carandell podía pasarse horas y horas contando historias, siempre tenía mil y una anécdotas de cualquier acontecimiento. “Era un conversador nato, lleno de humor, bondad e inteligencia.”. Son sus crónicas parlamentarias lo que sin duda le dieron la fama y esplendor. Ha muerto el escritor que supo dibujar en el rostro de cientos de españoles una sonrisa cuando España aún era una tierra inhabitable. Y lo hizo de una manera especial, no creando mundos ficticios, sino limitándose a reflejar lo cotidiano de España, la realidad, con un toque humorístico e irónico que sólo él supo darle. El Cementerio de la Almudena, Madrid, ha sido el lugar elegido para incinerar los restos mortales de este magnífico escritor. Sus cenizas reposarán en Atienza.