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CRÓNICAS DEL ESPACIO INTERIOR

Te esperan

Fotografía
Por Álvaro AbellánTiempo de lectura2 min
Opinión24-12-2001

Perales canta con la Oreja de van Gogh -o al revés-, Porque te vas: "Junto a las manillas del reloj, te esperarán todas las horas que quedaron por vivir". El incienso se quema prudentemente junto a mis libros y, a penas, se escucha el aporreo del teclado mientras escribo. Quién pudiera dictarle al PC el artículo garabateado en el cuaderno de borradores. Redondo Terreros abre con su marcha una crisis en el PSE entre vasquistas y autonomistas -quizá es que unos son más vascos que otros-. Sobre la tierra de oro y sangre de Afganistán, los soldados buscarán a Bin Laden mientras sus familiares evitan mirar la silla vacía donde nadie comerá pavo. En Madrid, la nieve, blanca como la nieve, desvía mágicamente la atención de los televisores hacia los balcones. Nadie escucha a la enmudecida pantalla que dibuja a nuestros hermanos del otro lado del mar, con su presidente del Gobierno dimitido, su crisis económica y su suelo de plata oxidado por las lágrimas. Vuelve Perales: el lector de CD, algo viejo, ya no es capaz de avanzar por sí mismo, se atasca en determinadas estrofas. Con la cabezonería del ignorado que quiere ser escuchado, pero sin derrumbar ninguna torre, insiste: "Junto a las manillas del reloj, te esperarán todas las horas que quedaron por vivir". Me decido a releer la frase, pues si cambio de canción sin escucharla bien temo que el reproductor se enfade hasta explotar y deje de reproducir definitivamente: "Junto a las manillas del reloj, te esperarán todas las horas que quedaron por vivir". No sé cómo es posible que un CD de Perales acabara en mi habitación estas Navidades. Bueno, sí sé, pero no le veía sentido hasta que mi aguda minicadena me lo ha repetido hasta la saciedad: "Junto a las manillas del reloj, te esperarán todas las horas que quedaron por vivir". Apago la tele, desconecto Internet, callo a Perales -después de darle las gracias- y cruzo un par de puertas para charlar con mis padres, que sí han vuelto a casa por Navidad. Me quedaron muchas horas por vivir en el 2001. Algunas agrupadas y fatalmente desperdiciadas. Otros ratos, la calderilla de mi tiempo, poco aprovechados. No necesito esperar al 1 de enero para aparcar la vida de otros y vivir plenamente la mía. Feliz Navidad; gracias por leerme, pero desconecte, vaya a ayudar a los suyos con la mesa, el turrón o el Belén: hagan, juntos, que ésta sea una gran Navidad. El próximo, un gran año. La suya, una gran vida. Hic et nunc: aquí y ahora.