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HOMENAJE

Fernando Lázaro Carreter es distinguido como socio de honor del Círculo de Lectores

Por Pedro Fernaud QuintanaTiempo de lectura2 min
Cultura19-12-2001

El acto sirvió para subrayarle como una persona exquisitamente grata. El Círculo de Lectores, por boca de su director, Hans Menike, le quería rendir un tributo de honesto reconocimiento como pulidor y abrillantador de la palabra castellana.

Hace 78 años, vino al mundo un chico llamado Fernando. Con el paso del tiempo y el estudio, conquistó los apellidos de Lázaro y Carreter. Una eminencia en el arte de ajustar la palabra a la realidad. Nació en Zaragoza, y sobremesa tras sobremesa disfrutó de la fantasía de escuchar la palabra adecuada para asimilar la idea que se quería transmitir. Con el devenir del tiempo y los estudios, aquel muchacho fue convirtiéndose en un sabio chico prematuro en el desafío de hermanar concepto y transmisión, con perfume de español. El miércoles pasado, día 19 de diciembre, Fernando Lázaro Carreter se dio un baño de primerísma gratitud. Amigos, discípulos, admiradores, detractores, seguidores... Todos se dieron cita en torno a su figura. El Círculo de Lectores se había animado a poner distinción a un sentimiento generalizado. Honrar a un sabio refunfuñón y listo con el oropel de amigo especial de una entidad cultural. Académicos como Francisco Rico, Emilio Lledó, Luis Mateo Díez, Antonio Mingote, Luis María Anson, o Gregorio Salvador acudieron al homenaje. Aquello fue una pleitesía de púrpura y reconocimiento con toda su pompa y entusiasmo. Encabezó la rendición luminosa, Víctor García de la Concha, director de la Real Academia, quien remarcó que Lázaro había "hecho suyo el programa orteguiano: enseñar deleitando, logró ser un aristócrata en la plazuela. Descendió de la cátedra y puso a disposición de todos su inmenso saber lingüístico". Además, lo coronó como "el amigo por excelencia de la palabra, el filólogo mayor del reino". Lázaro cerró con emoción apreciable el acto. Sus palabras fueron de agradecimiento sin límite. Se confesó sobrepasado por la llama de los halagos. Finalmente, dejó paso a la sorna para recalcar que estaba asombrado "de la cantidad de mentiras que he escuchado, aunque algunas mentiras sean piadosas". A última hora de aquel discursó construyó una brillante travesía histórica que ofrecía puntos de encuentro entre la literatura castellana y catalana de una manera muy sugestiva.