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APUNTES DE BANQUILLO

Curarse en humildad

Fotografía

Por Roberto J. MadrigalTiempo de lectura3 min
Deportes15-12-2002

La Liga española, la misma que se autoproclama la mejor del mundo, comienza a ofrecer dudas. El pasado reciente, con la Intercontinental ganada por el Real Madrid, los tres triunfos merengues en la Liga de Campeones, las dos finales del Valencia y el campanazo del Alavés en la UEFA de la temporada 2000-2001, no hay quien lo mueva. Pero las tornas están cambiando: el cierre de esa gallina de los huevos de oro que habían sido los contratos televisivos, ajustados cada vez más a la baja, obliga a planificar las plantillas con mucha menos alegría. La escasez de fichajes en verano tiene toda la pinta de continuar en invierno: sólo se va a fichar lo estrictamente necesario. Ya era hora, por cierto, de que a los directivos les tocara rascarse el bolsillo para que les entrara el sentido común. Pero ese vicio español que es la fanfarronería se mantiene al salir a Europa. Después de unos años de bonanza, pocos han sabido aprender de los apuros que han pasado en Italia. Allí sí han sabido apretarse el cinturón de los dineros, renunciar al catenaccio –a buen seguro, con todo el dolor del corazón– y volver a mimar la pelota para recuperar la grandeza. Bajo ese principio traicionero y comodón de que si los resultados son buenos, para qué vamos a cambiar, se entiende esa mojadura de oreja que se han llevado los españoles de la Liga de Campeones y de la UEFA. Queda por ver si los técnicos y jugadores son capaces de analizar –y enmendar– los errores que han cometido, porque en nuestro bendito país, con la falta de costumbre de aprovechar las ventajas, necesitamos de un par de batacazos para reaccionar antes de tirar por la borda los prestigios conseguidos con sudor. El exceso de confianza en el talento hace que, en general, los equipos españoles no estén demasiado trabajados. Le pasa al Real Madrid, que no logra mantener una continuidad en cuanto consigue jugar bien y deslumbrar, y le pasó al Betis, al que pasó por encima un Auxerre menos virtuoso técnicamente, pero que creyó en sus opciones de ganar. Así resulta que con alguna que otra excepción, como le pasó al Valencia –éste sí, bien trabajado por Rafa Benítez–, la suerte tiene la buena costumbre de caer del lado de quien más la busca: por eso era una quimera pensar que el Deportivo puntuase en Old Trafford con el baño de juego que sufrió. No hay que engañarse: con nuestro carácter romántico y contradictorio, que nos lleva a conseguir hazañas imposibles y salir trasquilados de empresas más sencillas, no vamos a pasar, de la noche a la mañana, a ser una raza de trabajadores. Somos lo que somos, y con eso han llegado éxitos increíbles. Pero hay que saber aceptar las derrotas del mismo modo que las victorias: se llama humildad, y ésa es la verdadera grandeza. A ver cuándo lo lograremos aprender.

Fotografía de Roberto J. Madrigal