SIN ESPINAS
El verdadero espíritu navideño
Por Javier de la Rosa3 min
Opinión10-12-2001
Todos los años por estas fechas oigo los mismos comentarios. Sólo los oigo, porque ya he dejado de escucharlos. Todavía hay personas que se atreven a decir: "Yo no creo en el espíritu de la Navidad; para mí es una hipocresía de la que sólo salen ganando los grandes almacenes". Tal pensamiento no tendría mayores consecuencias si no les llevara cada año a vivir la Navidad de una manera tan vulgar y epidérmica. Por suerte, esto no le ocurre nunca a un niño. El niño es feliz porque es capaz de hacer visible lo que no ve gracias a su imaginación. Fíjense si el niño es dichoso en Navidad, que ni el padre incrédulo es capaz de despertarle de ese dulce letargo. ¿Saben por qué no lo hace? Porque se ve sin razones para privar a su criatura de la maravilla que le toca vivir durante las Navidades. Hay muchas razones para desilusionarse con el tipo de Navidad que hoy vivimos. Pero este, no es sino otro ejemplo más de la clase de sociedad en la que nos hemos convertido. Por eso, las personas que dicen que es hipócrita portarse bien sólo en esta época del año tienen razón -hay que tratar de hacerlo siempre- pero suelen decirlo las que ni siquiera se ven capaces de intentarlo en estos días. Así también ocurre con las personas que para justificar su falta de generosidad dicen: "Yo no doy donativos a las ONG porque luego no llega el dinero". Lo que le aseguro que no llega, señor, es lo que se queda en su bolsillo. "Quien no es fiel en lo poco, no es fiel en lo mucho". La bondad o la maldad de las cosas depende del fin o del uso que le demos. Así que, más valdría recordar que sólo existe la venta porque alguien tiene la necesidad de comprar. Y muy probablemente quien empezó a hacer uso del regalo material para demostrar sus afectos fue aquel que dejó de creer que un beso a su madre, un buen gesto a su hermano, un abrazo a su amigo y un "te quiero" sincero a su pareja eran el mejor presente navideño que podían hacer. La Navidad puede ser ese momento para echarle gasolina al motor del amor que todos, sin excepción, llevamos dentro. Estamos en tiempos de guerra, de miseria y de penuria, de incomprensión y de involución, de pobreza moral y espiritual. Pero esa sensación terrible no ha sido lejana a ningún hombre a lo largo de la historia. La diferencia estriba en que hoy mejor que nunca somos conscientes de cómo forjamos nuestro presente. El maestro Ortega y Gasset decía que todos los hombres experimentamos miedo ante los nuevos retos que se nos presentan en la vida. Humano es tener miedo, decía. Pero la diferencia entre el hombre que triunfa y el que no, es aquel que no deja que ese miedo le paralice. Es aquel que tiene un espíritu guerrero. La Navidad es un buen momento para afrontar ese reto, para empezar a ser fiel en lo poco y llegar, así, a ser fiel en lo mucho. Me animo y te animo a intentarlo. Lo hago porque sé que es más fácil luchar por ser mejor en Navidad. Y lo es, porque contamos con la ayuda del corazón de un niño que el 24 de diciembre de hace algo más de 2000 años empezó a latir en nuestras vidas para enseñarnos a AMAR. Ese es el verdadero espíritu de la Navidad. Encuéntralo.