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LITERATURA

Arturo Pérez-Reverte ingresa en la RAE

Por Eliane Hernández MontejoTiempo de lectura2 min
Cultura12-06-2003

Arturo Pérez-Reverte ha entrado en la Real Academia haciendo gala de su estilo propio en todo momento. El discurso de Pérez-Reverte, titulado “El habla de un bravo del siglo XVII”, es la crónica de un día en la vida de un valentón de ese siglo. Con ese breve relato el nuevo académico fue capaz de acercar el lenguaje del hampa del Siglo de Oro a todos los presentes.

El lenguaje de El Capitán Alatriste fue el elegido por su creador para hacer su entrada en la Real Academia Española, porque, como explicó el propio Pérez-Reverte; "han transcurrido cuatro siglos, y esa jerga del hampa, riquísima, barroca, salpicada de rezos y blasfemias, no está muerta ni es una curiosidad filológica. Además de su influencia en el español que hablamos hoy, la germanía del XVI y XVII es un deleite de ingenio y una fuente inagotable de posibilidades expresivas". "Original. Aunque hay que reconocer que se ha salido del canon" apuntó tras la lectura, el vicedirector de la RAE, Gregorio Salvador, encargado de pronunciar el discurso de recepción del nuevo académico. Y es que Reverte hizo gala en su discurso de cómo combinar la habilidad narrativa con el cuidado del lenguaje. Cuando el pasado 23 de enero los académicos otorgaron a Pérez-Reverte el sillón T mayúscula, antes ocupado por Manuel Alvar, el escritor aseguró que con él entraban a formar parte de la RAE todos sus lectores. Y días antes de su ingreso en la Academia, reconocía que su papel dentro de la misma estaba con los soldados de a pie. "En la Academia están los sabios que son la gente imprescindible. Hablo de Alvar y de Ynduráin que en paz descansen, de Rico, de Salvador, de Lázaro Carreter, de García de la Concha, de la gente sin las cuales la Academia no tendría razón de ser. Y después está la fiel infantería en la que me encuentro y que asumo con absoluta dignidad. Lo que hacemos es aportar un contacto con la calle, pero somos prescindibles". "Y luego, encontinente, caló el chapeo, requirió la espada, miró al soslayo, fuese y no hubo nada". Así acababa el discurso del soldado de fortuna que ahora se sienta en el sillón T mayúscula.