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APUNTES DE BANQUILLO

El desprecio de los ignorantes

Fotografía

Por Roberto J. MadrigalTiempo de lectura2 min
Deportes15-06-2003

Una persona de cuyo nombre no sé si me quiero seguir acordando me decía, no ha mucho tiempo, que la política y la religión no le interesaban. Me sorprendió por ser individuo de honrada apariencia y trato, edad entre la inseguridad y la experiencia, el discurso medianamente sabio de quien ha pasado por la universidad para aprender algo más que asignaturas. Preferí callar por prudencia, pues me sentí despreciado por ser como soy, moldeado por mis vivencias, aunque estoy seguro de que no fue intencionado. Pero hiere y humilla que alguien con tal valor parezca basar su opinión en medias verdades. La Iglesia ha pedido perdón por sus errores, pero sus leyes no han perdido la riqueza valiosísima de la experiencia y la pluralidad. Sus principios obligan a quien los quiere aceptar, pero lo mismo que otras religiones –convergentes desde distintos caminos hacia la liberación del hombre–, contienen referencias morales y vitales de perfecto uso diario, como recuerda el creciente ecumenismo, aun sin ser un practicante declarado. Cuán triste es encontrarse aún en la era de las libertades y de la información, que muchos siguen siendo esclavos de sus miserias y desprecian cuanto ignoran. Las personas auténticas, comprometidas, se preocupan de llevar a la práctica el ideal de su vida sin preocuparse de defender una bandera, sino sólo de ser felices y realizarse ayudando a los demás a ser mejores. El valor moral y ético de las decisiones que tomamos cada día es tan valioso en el caso de un piloto que se detiene en su carrera para ayudar a otro que ha sufrido algún accidente, como vemos que sucede en ocasiones, como el de cualquier ciudadano honrado que se preocupa sinceramente de aprender de sus errores y encontrar la manera de superarse cumpliendo su proyecto vital. El camino, en ambos casos, es el de la reflexión verdadera y profunda. Un camino difícil, pero que desde hace seis años, en lo profesional, intentamos poner en práctica en La Semana. Pues despreciar la política –y no a los malos políticos ni a las ideologías que contaminan la verdad– y unir bajo el mismo nombre a las sectas sin escrúpulos y a quienes se desviven por ayudar a los que lo necesitan, hasta el punto de renunciar a sí mismas y ponerse en el lugar de los demás, es el efecto rebote de los intolerantes que hace no tanto abundaban en la España católica, apostólica y romana regida por la derecha más rancia. “Equivocarse es de sabios”, afirman muchos con intención de excusarse, pero olvidarán que Cicerón no se terminaba ahí, sino que “es de necios permanecer en el error”, el error de despreciar la sabiduría.

Fotografía de Roberto J. Madrigal