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CRÓNICAS DEL ESPACIO INTERIOR

Chiquilladas

Fotografía

Por Álvaro AbellánTiempo de lectura2 min
Opinión07-10-2002

Romper la mano de la diosa Cibeles puede ser una chiquillada. Uno sabe que ha hecho mal, que ha traspasado el límite y, si reflexiona sobre ello, no incurrirá de nuevo en nada parecido. Exhibir la mano amputada de la diosa en un local de copas no es una chiquillada, es una perversión. Uno no sabe que ha obrado mal, no es consciente de haber traspasado un límite y, si reflexiona sobre ello, incurrirá en algo peor. Prueba de ello la tenemos en otros jóvenes -qué pena de palabra, cómo la estamos denigrando-, a quienes dar palizas indiscriminadas ya no bastaba y tuvieron que grabarlo en vídeo. Educar es poner límites. Ésta es, sin duda, una definición parcial, sesgada, de una realidad tan compleja como es la educación de las personas. Pero es la definición a recuperar, porque es la gran carencia de la educación actual. La ausencia o la ruptura de límites es enseñada en los colegios, la televisión, la política, el deporte y la familia -con esos padres laxos y liberales, que no son sino malos hijos resentidos-. La perfección de una botella la configura el cristal que la limita. Si está abierta por abajo nunca podrá llenarse, nunca será verdadera botella. Beberá, beberá, beberá pero nunca estará llena. Su contenido se verterá, se perderá. La ruptura del límite provoca una sed que no puede ser saciada. Uno corre y corre en esa dirección buscando cada vez una ruptura mayor, una experiencia más fuerte. Y cada vez el vacío es mayor, el hueco se hace más presente, la huída, más imposible. Primero es la sensación de poder que da el ir en grupo y amenazar, robar o asustar a la gente. Cuando eso pasa, el placer lo da patearle la cara a alguien. La adrenalina se acostumbra también a eso: probemos a grabarlo. ¿Cuándo deja de ser una chiquillada? Cuando esos chavales dejaron de ser conscientes de que una vez hubo un límite. Y eso no ocurre cuando sacan la cámara a la calle, sino cuando creen que romper una estatua o asustar a unas chicas no tiene importancia, “porque es sólo una chiquillada”.

Fotografía de Álvaro Abellán

$red

Doctor en Humanidades y CC. Sociales

Profesor en la UFV

DialogicalCreativity

Plumilla, fotero, coach