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ANÁLISIS DE INTERNACIONAL

Cabeza de turco

Fotografía

Por Isaac Á. CalvoTiempo de lectura2 min
Internacional10-06-2013

Estambul es una ciudad fascinante, un lugar entre dos continentes con un valioso legado histórico y donde conviven diferentes culturas. Sin embargo, durante los pasados días ha sido protagonista por los graves disturbios registrados, principalmente en la plaza Taksim, uno de los puntos neurálgicos de la urbe. Los planes del Gobierno de usar parte de un parque junto a la plaza para construir una zona comercial provocaron las protestas de miles de personas. Lo que comenzó siendo un acto pacífico, desembocó en graves incidentes y disturbios con destrozos, heridos e incluso fallecidos. Lamentablemente, cada vez son más frecuentes este tipo de casos, en los que individuos organizados se mezclan entre los manifestantes para sembrar el caos. Además, por si fuera poco, la actuación policial ha generado enorme controversia por la contundencia empleada en las cargas y por el uso de gases lacrimógenos. El Gobierno del islamista moderado Recep Tayyip Erdogan, que lleva 10 años en el poder gracias a sus amplias mayorías en las elecciones, debería ser cauto, explicar detalladamente sus planes y escuchar las reivindicaciones de los que protestan pacíficamente. La llamada "primavera árabe" que acabó con los regímenes de Egipto y Túnez sigue muy presente en el recuerdo de la opinión pública. Turquía no es comparable, ni mucho menos, con los casos egipcio y tunecino, pero sí se está empezando a percibir una cierta polarización entre los partidarios y detractores del primer ministro. A todo ello se suma que algunas decisiones gubernamentales han sido consideradas por la oposición como demasiado islamistas o que recortan derechos y libertades. Aunque en Turquía la mayoría de la población profesa el Islam, oficialmente es una república laica y cuenta con instituciones para garantizar la laicidad del Estado. Erdogan no debería cegarse por llevar tanto tiempo en el poder. Alejarse de la calle y creer que se puede hacer lo que se quiera es uno de los grandes errores de los altos cargos cuando cuentan con holgadas mayorías. La crispación política y social nunca es buena ya que cualquier chispa puede generar problemas y enfrentamientos que se sabe cómo empiezan, pero no cómo terminan.

Fotografía de Isaac Á. Calvo

Isaac Á. Calvo

Licenciado en Periodismo

Máster en Relaciones Internacionales y Comunicación

Editor del Grupo AGD