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¿TÚ TAMBIÉN?

Buenos versos

Fotografía

Por Álvaro AbellánTiempo de lectura3 min
Opinión07-07-2008

“Nadie puede aconsejarle, nadie. Hay un único medio. Entre en usted. Examine ese fundamento que usted llama escribir; ponga a prueba si extiende sus raíces hasta el lugar más profundo de su corazón; reconozca si se moriría usted si se privara de escribir. […] ¿debo escribir? Excave en sí mismo, en busca de una respuesta profunda. Y si ésta hubiera de ser de asentimiento, […] entonces construya su vida según esa necesidad: su vida, entrando hasta su hora más indiferente y pequeña, debe ser un signo y un testimonio de ese impulso. […] Y si de ese giro hacia dentro, brotan versos, no se le ocurrirá preguntarle a nadie si son buenos versos”. Es el consejo que da Rainer María Rilke al joven Kappus en la primera de las que hoy son conocidas como Cartas a un joven poeta. Lo primero que me llama la atención es que esta joyita de la literatura universal, que nos revela la intimidad de Rilke como pocas de sus otras obras, se la debemos a un Joven y desconocido poeta que se atrevió, sin conocerle de nada, a escribir al maestro y pedirle consejo sobre sus versos. El atrevimiento de ese joven y la dispuesta y generosa respuesta de Rilke hicieron el resto. Hoy tenemos 10 de esas hermosas cartas. El género epistolar, algo en desuso, atesora valores dignos de rescatar hoy. Para empezar, es un género que, salvo trampa retórica, supone un diálogo íntimo de persona a persona. No es un manifiesto, ni una proclama, ni un ensayo, sino un conjunto de reflexiones e historias que enlazan íntimamente una vida con otra, donde se deslizan valiosas confesiones entre repasos desenfadados de la propia realidad cotidiana. Esa intimidad desnuda a quienes se escriben con más facilidad y meditación incluso que las conversaciones cara a cara, y con menos artificio y disfraz que los textos publicados. En definitiva: ofrecen una posibilidad de comunicación especialmente auténtica que, naturalmente, queda en manos de los escribientes aprovecharla. Rilke lo hizo. Pero si traigo aquí esta carta no es por hablar del género epistolar, ni de Rilke, ni siquiera de la poesía. Lo traigo porque allí Rilke, al referirse a la escritura habla en realidad de la vocación en general. Y al hablar de los versos, habla de cómo escribimos nuestra propia vida. Lo reconocerá más adelante: “También el arte es sólo un modo de vivir, y uno, viviendo de cualquier manera, se puede preparar para él: en todo lo real se está más cerca y más vecino de él que en esos irreales oficios semiartísticos”. Qué mejor reflexión sobre nosotros que la que nos propone Rilke. Miremos dentro de nosotros, preguntémonos qué es eso sin lo cual nos moriríamos. Y dediquémonos por entero, aun en la hora más aparentemente insustancial de nuestra vida, a ello. Pero mirar dentro no es mirar a un yo abstracto, sino recordar -volver a pasar por el corazón- los rostros que nos han enseñado lo que queremos ser y cómo serlo. Cuando recordemos eso, y lo encarnemos, no se nos ocurrirá preguntar a nadie si nuestra vida es o no un buen verso: lo sabremos. Si todos hiciéramos lo mismo, pronto alumbraríamos entre nosotros ese lugar donde la vida se ensancha.

Fotografía de Álvaro Abellán

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Doctor en Humanidades y CC. Sociales

Profesor en la UFV

DialogicalCreativity

Plumilla, fotero, coach