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SER UNIVERSITARIO

Libertad de expresión

Fotografía

Por Álvaro AbellánTiempo de lectura2 min
Opinión06-05-2007

El Día Internacional de la Libertad de Expresión nos ha dejado, como siempre, un enorme listado de reivindicaciones de los periodistas. Por un lado, el gremio insiste en la necesidad de que todos los Gobiernos se esfuercen por proteger y defender públicamente este derecho. Por otro, se publican las cifras de periodistas asesinados, encarcelados o perseguidos por el mero hecho de desarrollar su labor. Es verdad que el periodista es, en cierto modo, aquel capaz de descubrir y publicar una verdad que algunos poderosos quisieran ocultar. En ese sentido, los periodistas no perseguidos, los aplaudidos por todos, los que caen bien a todo el mundo y especialmente a los personajes o instituciones sobre los que informa, tal vez debería preguntarse en qué medida hace bien su labor. Sin duda, las reivindicaciones arrojadas estos días suponen una labor importante y necesaria, pero no debería ser la única línea de reflexión. Los periodistas deberían dejar de mirarse a sí mismos y reconocer al resto de profesionales que también deberían tener garantizada la libertad de expresión. Todavía más importante: los periodistas deberían recordar que la libertad de expresión, lejos de ser un derecho absoluto del que disponer a su antojo, es más un privilegio para cumplir una tremenda responsabilidad: la de garantizar el derecho de los ciudadanos a una información veraz. Los periodistas que realmente lo son, deberían aprovechar estos días para recordar a tanto ideólogo disfrazado de informador que su ejercicio de la libertad de expresión tiene sentido en la medida en que garantiza el derecho a la información. Una democracia sólo puede funcionar legítimamente en la medida en que los ciudadanos disponen de la información necesaria para ejercer su responsabilidad política con la participación y el compromiso adecuados. Recordar esta función pública de la información apunta todavía a algo mucho más profundo: el diálogo y el debate públicos no tienen, tampoco, sentido por sí mismos. Uno no tiene "voz" para decir lo que le dé la gana. Uno tiene "voz pública" para, el diálogo con el resto de voces, desvelar las claves que nos permitan a todos trabajar y convivir en orden al bien común. Así, la labor del periodista, más allá de ser más o menos perseguido o más o menos reconocido por los gobiernos de turno, cobra su verdadero sentido y su más alta dignidad. Pues es la profesión que ostenta el privilegio de informar a los ciudadanos y de canalizar a la opinión pública en un claro y noble sentido: el sano funcionamiento de la democracia y su orientación, dialogada y debatida públicamente, hacia el bien común.

Fotografía de Álvaro Abellán

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Doctor en Humanidades y CC. Sociales

Profesor en la UFV

DialogicalCreativity

Plumilla, fotero, coach