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ANÁLISIS DE DEPORTES

La criba entre el fracaso y el éxito

Fotografía

Por Roberto J. MadrigalTiempo de lectura4 min
Deportes06-05-2007

Las semifinales de las competiciones europeas de fútbol han dejado, en el caso de la Liga de Campeones, la evidencia de que la actitud, la experiencia y el compromiso son vitales. El Liverpool, teóricamente inferior al Chelsea, se creyó –apoyado por una afición sublime como pocas, que no paró de cantar en las más de dos horas de partido– que podría remontar. Y aunque tuvo que pasar la prórroga y llegar a los penaltis, mereció pasar a la final y lo hizo. Al igual que el Milán, que consiguió aprender de los errores que cometió en Old Trafford, blindó la defensa y se fió a los chispazos del holandés Clarence Seedorf y del brasileño Ricardo Izecson, Kaká. Así que el duelo de estilos entre el revoltoso Manchester y el férreo Chelsea, que muchos presumían en la final, tendrá que esperar. Y ya veremos si en Stamford Bridge continúa teniendo el crédito que ha tenido hasta ahora José Mourinho… Porque con un portero en gran forma, Pepe Reina, y jugador en estado de gracia como fue el mejor Javier Mascherano que se recuerda desde que jugaba en Argentina, Rafa Benítez supo jugar al gato y al ratón contra un equipo con mejores jugadores, a pesar de no tener a un delantero como Didier Drogba. El madrileño, con todo, es un tipo que calcula al máximo los riesgos que debe tomar. Aunque esté obligado a la remontada. Al contrario que el entrenador del Werder Bremen, un Thomas Schaaf que por exceso de valentía acabó por darle vidilla al Espanyol. Porque el fútbol, como los negocios, también es para los más listos, y entre ellos están el extremeño Ernesto Valverde y, aunque cayese eliminado, un más que preparado José Ángel Cuco Ziganda. Ambos comparten rasgos comunes: una dilatada trayectoria profesional en Primera División, durante la cual compartieron varias temporadas en el Athletic de Bilbao, y un estilo de juego que combina orden, agresividad, manejo y rapidez de la pelota. Ésa es la otra escuela española, con muchos otros nombres ilustres que ya se están haciendo un hueco discretamente, al mando de las categorías inferiores, pero que en algunos casos ya demuestran conocimiento, y sólo les falta adquirir la experiencia suficiente, como para entrenar a equipos de Primera. Pero los huecos que quedan son los de entrenadores que no aportan valor añadido, entre comillas, a sus equipos. O como máximo, si a tipos como Juande Ramos les da por aceptar una oferta irrechazable para irse a entrenar a un grande. Porque lo que ha conseguido el de Pedro Muñoz con el Sevilla es de órdago: un club que trabaja perfectamente engrasado, comenzando por la secretaría técnica, siguiendo por la preparación física y la dieta de la plantilla –todo en manos de ayudantes de Juande Ramos–, y rematando con la propia motivación y rotación de los jugadores, que han llegado al máximo de forma física al tramo decisivo de la temporada. La táctica es sólo el colofón, pero el Sevilla es un equipo capaz como pocos de imprimir tanto un estilo de juego agresivo como vistoso. Por eso, contra un Espanyol al que le gusta más jugar al contragolpe, los hispalenses son los favoritos para alzarse con el título en la Copa de la UEFA. En el baloncesto, poco que rascar: España tiene de largo la mejor liga del continente, pero la cuestión del mejor club de Europa va a tener que esperar. La democratización que supone la llegada, en la última década, del Baskonia y el Unicaja, al grupo de aspirantes a los títulos hace difícil que surja un equipo tan poderoso, como un poder fáctico aislado, al estilo de lo que representan Panathinaikos y CSKA de Moscú. A los que por cierto, se presupone mayor capacidad ofensiva de lo visto en la fase final. En Atenas, la tensión, el miedo y la intensidad defensiva dieron al traste con el espectáculo. En cuanto a los dos españoles, Málaga merece el reconocimiento al coraje de haber podido llegar tan lejos sin contar nunca con el equipo al completo y en buena forma. Pero deberá aprender. Vitoria es otro cantar: demasiado irregular con Bozidar Maljkovic –el mejor ejemplo de inconsistencia es el brasileño Tiago Splitter–, se trata de un fracaso sin paliativos del proyecto de Josean Querejeta.

Fotografía de Roberto J. Madrigal