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TOROS

Tejela, Gallo y Abellán animan la feria de San Isidro

Por Almudena HernándezTiempo de lectura2 min
Espectáculos23-05-2004

La Monumental de Las Ventas necesitaba toreros, en el pleno significado de la palabra. La Feria de San Isidro ha tenido que esperar, pero al fin ha llegado la perspectiva de futuro que le hacía falta. Ha sido con Matías Tejela, un joven matador de toros que ha demostrado que se pueden asentar las zapatillas, parar, mandar y templar. El diestro salió por la puerta grande el pasado 19 de mayo.

Aunque el triunfo se hizo esperar, pues los trofeos que le abrieron la puerta grande se los ganó en el sexto toro del festejo. Y lo hizo a base de mano izquierda, tan reclamada en tantos órdenes de la vida. Ese día, miércoles 19, se lidió una corrida de El Ventorrillo, potable para los tiempos que corren y con los que David Fandila El Fandi había demostrado antes que en lo que respecta a las banderillas, en este momento, el número uno es él. El Fandi protagonizó atléticos pares con los palos que animaron al respetable, cansado de aburrirse a esas alturas de feria. Salvo excepciones, claro. Una de esas que confirman la regla del aburrimiento soberano tuvo lugar el lunes 17 y la protagonizó un novillero: Eduardo Gallo. Bastante firme en su labor en el ruedo, Gallo sumó dos orejas, una a cada uno de los dos últimos novillos de los tres que lidió. Mucho tuvo que ver en el premio su buen hacer con la tizona. La tarde había quedado en un mano a mano con Luis Bolívar al resultar cogido Sergio Marín. Precisamente, Marín ha tenido que cortar la temporada debido a las lesiones de ligamentos y rodilla fruto de ese percance. Se lidió un flojo encierro remendado de Román Sorando. Aunque sin triunfo sonado, ni orejas, ni estadísticas, la semana pasada hubo otro torero en Madrid que libera las esperanzas de la afición. Torero valiente, con pundonor, chulería y ganas de comerse el mundo, que no es poco. Su nombre suena: Miguel Abellán. Y todavía tiene que pasar por la feria. El madrileño anduvo muy bien colocado con una mansada de Gavira el jueves. Aunque no acertó con la espada, Abellán se arrimó hasta el límite de resultar aparatosamente volteado; porfió hasta hacer huír a los astados y bajó la mano hasta que los tendidos crujieron en olés. Mas no rubricó sus obras con la espada, aunque esa tarde el rey de Las Ventas, en presencia de Juan Carlos I en una barrera, fue él, el torero de blanco y plata.