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GUERRA EE.UU.-IRAK

El Parlamento turco no autoriza el despliegue de soldados estadounidenses en su territorio

Por Txema García FuenteTiempo de lectura5 min
Internacional02-03-2003

El ministro turco de Asuntos Exteriores, Yasar Yakis, anunciaba el acuerdo bilateral con EE.UU. de cooperación en caso de un eventual ataque en Irak a comienzos de la semana pasada pero era necesaria todavía la autorización de la Cámara Alta para su entrada en vigor.

La Administración Bush buscaba el permiso necesario para que cerca de 62.000 soldados estadounidenses se desplegasen por el territorio turco y necesitaba de la misma manera la apertura del espacio aéreo a 255 de sus aviones de combate y 65 helicópteros de sus Fuerzas Armadas. La contrapartida era demasiado suculenta: el ministro turco de Economía, Ali Babacan, explicaba que la compensación económica ofrecida por Washington era de 6.000 millones de dólares de subvención y 24.000 millones en préstamos para sufragar los gastos en caso de guerra. Con la propuesta sobre la mesa surgió entonces una polémica que culminó en la negativa parlamentaria de Ankara a dar luz verde a este acuerdo bilateral al considerar que implicaba entrar en la dinámica de una guerra todavía no legitimada por Naciones Unidas. La perplejidad estadounidense se evidenciaba en los círculos diplomáticos. “¿Qué han dicho qué?”, se preguntaba un líder del Departamento de Estado al recibir la noticia. Y no es para menos porque Bush ya tenía preparado hasta un comunicado felicitando al Parlamento turco por una decisión que definitivamente no fue como muchos esperaban al otro lado del Atlántico. IRAK SE DESARMA Mientras tanto, desde Irak llegaban las que hasta ahora se esperaban como muestras evidentes de desarme y que, una vez alcanzadas, carecen de nuevo de valor para la alianza Bush-Aznar-Blair. Las autoridades iraquíes comenzaban a destruir los misiles Al-Samud II, cuyo alcance supera el límite de los 150 kilómetros que establece la resolución 687 del Consejo de Seguridad y cuya destrucción había sido ordenada por el grupo de Blix. Fuentes iraquíes precisaron que el Gobierno de Sadam considera que esa exigencia de la ONU “es injusta”, ya que considera esos misiles indispensables para su defensa, y niega que superen el límite de alcance impuesto por Naciones Unidas. De esta forma, el régimen de Sadam cumplía con la última exigencia planteada por el jefe de la Comisión de las Naciones Unidas para la Vigilancia, Verificación e Inspección del desarme en Irak (UNMOVIC), Hans Blix. Después de recibir una carta firmada por Amir Al Saidi, el asesor de la presidencia iraquí, en la que se precisaba que “en principio Irak acepta la petición de destrucción de los misiles Al Samud II y otros materiales prohibidos”, el jefe de los inspectores justificó sus declaraciones (algunos diplomáticos ya le han apodado como “el dubitativo”) asegurando que cuando había redactado el informe no tenía conocimiento aún de que el régimen iraquí estuviese dispuesto a dar nuevos pasos. Blix afirmó que la aceptación por parte de Bagdad de la destrucción de sus misiles Al-Samud II es clave para un “desarme real”, y que su informe dependerá de lo que ocurra sobre el terreno. “Irak tiene que destruir grandes cantidades de misiles y otros materiales que han sido enumerados en nuestra carta, los cuales tienen que ser desmantelados, lo que representaría un paso significativo hacia un desarme real”, declaró Blix en la ONU. El jefe de los inspectores de la ONU entregó la semana pasada al Consejo de Seguridad su informe sobre el avance de los tres primeros meses de trabajo en Irak. El informe, que consta de 17 páginas, detalla los avances obtenidos por los inspectores, pero no tuvo en cuenta la destrucción de los Al-Samud II por lo que los resultados se calificaban como “muy limitados”. Está previsto que Blix se presente ante el Consejo el 6 o el 7 de marzo para exponer a los países miembros los avances de las inspecciones. El presidente estadounidense, George W. Bush, tildó de “engaño” la decisión iraquí de deshacerse de los misiles. “Vamos a desarmarle ahora”, declaró el mandatario, quien recalcó que si Sadam Hussein hubiera tenido intención de destruir las armas de destrucción masiva que posee “ya lo habría hecho”. “Aplazar una decisión significará mayores sacrificios en el futuro”, sentenció, el político tejano. El portavoz de La Casa Blanca advirtió que este gesto no será suficiente ya que, según dijo, la guerra sólo se evitará si se produce un desarme completo y Sadam renuncia al poder. De la misma manera se pronunciaron el presidente español y el primer ministro británico la semana pasada. Blair aseguró que “no es el momento de andarse con juegos” al tiempo que Azar añadía que “Sadam está practicando un juego cruel con los deseos de paz de muchos millones de personas”. Por su parte, el presidente iraquí aseguró el pasado miércoles en una entrevista concedida a la cadena estadounidense CBS que no destruirá los pozos de petróleo, como hizo en la guerra del Golfo de 1991 y que no se exiliará. “Moriremos aquí. Moriremos en este país y mantendremos nuestro honor, el honor que es requerido ante nuestro pueblo. Creo que, en cualquier caso, quien ofrece a Sadam asilo en su país es una persona sin moral”, aseveró el mandatario iraquí ante el periodista estadounidense de la CBS, Dan Rather. Por último, insistió en su deseo de llevar a cabo un debate con el presidente de los Estados Unidos, George W. Bush. y afirmó que su Gobierno “nunca ha tenido relaciones con Al Qaeda”. Mientras, la cumbre de la Liga Árabe finalizaba entre fuertes divergencias pero con un acuerdo consensuado en el que el secretario general, Amr Musa, subrayaba el “rechazo completo de un ataque contra Irak y la amenaza contra la seguridad de cualquier país árabe, que se considerará como una amenaza contra la seguridad global árabe”. Al mismo tiempo, en el territorio iraquí Bush comenzaba una guerra psicológica similar a la de la segunda Guerra del Golfo. Ocho millones de octavillas han sido lanzadas ya desde el aire y las mismas emisoras que martillearon a los militares del desierto hace casi una década comenzaban a sobrevolar el suelo de Sadam llamando a la deserción. En los despachos, la oposición iraquí acordaba la formación de un Gobierno de transición integrado por todas las facciones políticas y étnicas al tiempo que reconocía su temor a que EE.UU. pasase por alto esta estructura en tanto que ya ha anunciado su intención de establecer una administración militar estadounidense en Irak una vez derrocado Sadam.