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MUNDIAL 2010

Inglaterra se olvida de jugar y 'sepulta' su ánimo ante Argelia

Por Alejandro G. NietoTiempo de lectura3 min
Deportes18-06-2010

Argelia terminó de enterrar la moral de Inglaterra, derribada por Robert Green en el partido inaugural. Las excusas se acabaron para la selección de Fabio Capello, cuyo principal problema no ha resultado ser la portería, sino su pésimo juego. El orden de los argelinos bastó para mostrar las vergüenzas de un equipo sin ideas ni fe, excesivamente nervioso e incapaz de recuperar el juego que les encumbró como favoritos tras una brillante fase de calificación. La victoria contra Eslovenia es ahora obligatoria para pasar a octavos de final.

Inglaterra 0 – Argelia 0 Inglaterra se topó en Ciudad del Cabo con la peor versión de sí misma. Su pobre juego y la seriedad de su oponente fue suficiente para propiciar un segundo pinchazo, esta vez ante el equipo más modesto de su grupo. Argelia demostró que no es una cenicienta cualquiera. Casi todos sus jugadores poseen formación europea –la mayoría provienen de diferentes divisiones francesas– y, al contrario que otras selecciones africanas, el orden es la base de su ser. Salvando las puntuales imprecisiones y pérdidas de balón, propias de futbolistas pocos acostumbrados a jugar partidos de tal nivel, los zorros del desierto se posicionan bien, defienden con seriedad y combinan con paciencia en ataque. Su grandes problemas son la ausencia de delanteros solventes y la falta de creatividad, consecuencia de su escasa calidad. Con tan precarios argumentos, tuvieron a Inglaterra rezagada e inerte durante muchos minutos y, sin embargo, apenas lograron calentar las manos de David James con algunos disparos lejanos y varios centros mal rematados. Sólo Kamir Ziani, el único argelino con cierta magia en las botas, trató de herir seriamente al león inglés, pero su mejor intento lo blocó un seguro James. La apatía británica duró hasta la media hora, cuando la afición inglesa, desolada por el pobre rendimiento de sus jugadores, comenzó a cantar el God Save the Queen. La llamada al patriotismo insufló algo de coraje a los de Capello, que respondieron tímidamente al toque de atención de sus seguidores. Wayne Rooney, el más vehemente de los pross, enseñó el camino. Bajó a las trincheras del centro del campo a reclamar la garra y la verticalidad que ninguno de los medios era capaz de darle al equipo. Y con él iniciando las jugadas desde esa zona, combinando con Stephen Gerrard y Frank Lampard, Inglaterra espabiló. Rooney y Emile Heskey dieron los primeros mordiscos, tests de primaria para el guardameta Rais Mbohli, sustituto del lesionado Faouzi Chaouchi. Y el portero suplente de los argelinos aprobó con nota en sus primeras intervenciones serias: primero salvó el gol en un disparo de Lampard, solo en el punto de penalti, y después despejó sin problemas un potente remate lejano de Rooney. Ese fugaz arranque de bravura fue la única señal de vida de los isleños. Inglaterra nunca jugó como cabe esperar de un contendiente al título. Despreció la bola, o no supo retenerla. Y al acercarse a la portería de Mbohli careció de ideas y de confianza para poner en apuros al guardameta. Incluso Rooney, pese a su derroche de voluntad, perdía la bola o la enviaba directamente a la grada en cuanto pisaba el área. Por momentos ello hizo crecerse a Argelia, que hizo temblar a la defensa contraria, aunque nunca llegó a rematar con malicia. Sólo en el último cuarto de hora, y de nuevo al sonar del himno inglés, los de Capello se acordaron del esférico. Desesperados, se lanzaron descontrolados a por el gol, pero se toparon con una cometida zaga rival. Jermaine Defoe, sustituto de Heskey, envió a las nubes un último balón, y con él volaron las ilusiones inglesas. Una victoria contra Eslovenia les meterá en octavos de final, pero, aunque lo logren, el daño anímico causado por su mal juego será más difícil de reparar.