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ANÁLISIS DE SOCIEDAD

Todos los goles del Mundial

Fotografía
Por Almudena HernándezTiempo de lectura2 min
Sociedad13-06-2010

El fútbol irrumpe como un elefante en una cacharrería. Lo pone todo boca abajo. Hay más de uno que desearía incluso que la Tierra se detuviese en su órbita para que este mes de balompié fuese eterno. Todos los ojos, cámaras, objetivos y micrófonos están puestos sobre el césped de Sudáfrica, donde se celebra el primer mundial africano. El denominado deporte rey lo eclipsa todo, también las conversaciones familiares a la hora de comer, las reuniones de trabajo, los diálogos en el autobús y los juegos de la escuela. En el vestuario están los nervios, la concentración, las ambiciones y las largas preparaciones de los deportistas de élite, muchos de los cuales cobran sueldos multimillonarios. Todos quieren ser como Ronaldo y Messi, pero pocos ven el sacrificio y el esfuerzo que hay de sus carreras. Pocos saben descubrir al hombre que hay bajo el mito, el héroe, el producto de consumo. ¡Magia! Arranca el Mundial de Sudáfrica y de repente deja de salir petróleo frente a las costas norteamericanas, se acaban los conflictos en Oriente Medio, no hay crisis ni recortes económicos ni previsibles remodelaciones de gobiernos. Al menos, no son tanta noticia ni en cantidad ni en calidad en prácticamente los mismos medios de comunicación que hace unos días se ocupaban de otras cosas. Sobretodo la televisión. Es el eterno debate, la pugna entre lo interesante y lo importante por acaparar portadas e informativos. Los goles, todos los goles, no se retransmitirán sin embargo al resto del mundo desde el sur del Sur. El Mundial, cuando aún apenas lleva sólo unos pocos encuentros disputados, ya ha marcado muchos goles: las personas, miles, que morirán en este mes de fútbol en el propio continente africano; el desempleado que sólo encontrará en los colores del equipo de su país un caramelo para olvidarse de la hiel del paro; la mujer -que las hay- que tiene que desaparecer porque su marido no razona cuando juegan once contra once -que también los hay-; y los niños, que también existen, que continúan explotados laboralmente cosiendo balones de cuero. Estos son todos los goles del Mundial, aunque algunos se marcan en propia puerta.