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TOROS

Fin de fiesta con sangre y triunfo de Perera en Madrid

Por Almudena HernándezTiempo de lectura2 min
Espectáculos03-10-2008

Cuando lo que ocurre en el ruedo es extraordinario, los cronistas tratan de estar a la altura. Ante el arte fugaz del que fueron testigos, convocan a las musas e intentan emborrachar su obra de sensaciones literarias. Ha ocurrido con la reacción periodística a la encerrona de Miguel Ángel Perera en Madrid. Pues es noticia: no ocurre todos los días.

El público de Madrid se vuelve especialmente cariñoso cuando un torero se levanta herido y planta de nuevo la muleta plana, de frente. Y si el pase sale limpio, y hondo, y luego llega otro, y queda ligado al siguiente, y a otro más, y al de pecho, los tendidos crujen. Si no, que le pregunten a Miguel Ángel Perera cómo sonaba la Monumental de Las Ventas cuando toreaba al quinto toro, de Valdefresno, de su encerrona en Madrid. Ya había hecho méritos más que suficientes para salir en hombros -en total sumó tres trofeos-, pero en la rabia torera siempre hay ganas de superarse aún más. Y eso que dicen que los toreros que no tienen rival son sus peores contrincantes. Quizás por eso se anuncian a matar una corrida de toros en solitario. Como contrincantes, esta vez, el extremeño tenía varios tíos apellidados Valdefresno, Cortés, Puerto de San Lorenzo, Victoriano del Río... Tardó Miguel Ángel en encontrarse, fruto de la presión, consecuencia de la condición de sus primeros toros, a causa del molesto Eolo que no quiso perderse tan importante cita. ¡Dios sabe! Llegó la cogida. Fue en el segundo. Y el reloj se detuvo mientras el extremeño pasaba por el hule. El respetable tenía la mirada perdida, y la esperanza hallada en la puerta de la enfermería. De ella salió Miguel Ángel, entre aplausos de cariño. Y la tarde tomó color y calor en los otoñales tendidos. Un pase, otro, y otro más. Una tanda y otra... Una oreja, otra, y así hasta tres. Hasta que el quinto le mandó de nuevo a otras lidias: las de la cirujía. Antes Perera aguantó con la carne herida y el pundonor intacto. Dice que la cita, la plaza y el toreo lo merecían. Tampoco es eso, el arte no es pasar miedo. Pero, mal que pese, el torero también es eso. De hecho, 24.000 almas llenaron la plaza y lo vieron, pero no encuentran las palabras para contarlo. Quizás comparándolo... Pero las comparaciones son odiosas: sólo varios toreros privilegiados han triunfado con seis toros en Madrid y el último se llama Miguel Ángel Perera.