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TENIS

La ‘Catedral’ del tenis se rinde a Nadal

Por Manuel de JuanTiempo de lectura3 min
Deportes06-07-2008

Rafael Nadal entró en la historia del club de tenis más selecto del mundo al vencer por 6-4, 6-4, 6-7 (5-7 en el desempate), 6-7 (8-10) y 9-7 a Roger Federer, en la final de Wimbledon, en casi cinco horas de partido. El manacorí tuvo el encuentro casi decidido en varios momentos. Se le escapó, pero al final su mentalidad ganadora le empujó hacia una victoria que rompe con 42 años de decepciones españolas en el torneo más prestigioso y legendario de la historia.

Federer y Nadal se encontraban en la final por tercer año consecutivo, y en los dos anteriores el suizo había salido victorioso. En 2006 pasó por encima de Nadal, pero ya en 2007 ambos vivieron una gran batalla. La victoria del número uno lo convertiría en el único hombre con seis triunfos seguidos en el All England Club. Así, el partido empezó con un breve retraso debido a la lluvia, preludio de posteriores interrupciones. Los finalistas, tras el pertinente calentamiento, llegaron con las ideas claras y el manacorense golpeó primero. Nadal rompió el servicio de Federer en el tercer juego y mantuvo su saque para ganar la primera manga, aunque sufrió para ganar su último juego al servicio. La reacción del suizo no se hizo esperar, y en la primera ocasión de la segunda manga le devolvió la ruptura y se situó con 3-0 a favor. Sin embargo, Rafa le devolvió el break por partida doble en el séptimo y noveno los juegos, y se dispuso a cerrar el set con su saque. No lo dejó escapar. Tras perder sus dos primeros sets de todo el torneo, Federer volvió a enchufarse y tuvo hasta seis bolas de break en el cuarto y sexto juegos, pero todas las levantó el balear. En un duelo de poder a poder, el español aprovechó un pequeño bajón del suizo y dispuso de tres oportunidades de rotura a su favor, pero el pentacampeón de Wimbledon también las salvó, amparado en un buen servicio. Pero cuando la manga marchaba con 5-4 a favor de Federer y saque de Rafa, llegó un largo parón. Tras un nuevo calentamiento, y sin nuevas roturas, se llegó a la muerte súbita: allí mandaron Federer y su saque, por lo que el partido se alargó hasta la cuarta manga. El partido se mantuvo igualado, sin que Federer pudiese imponer -aunque se mostró ambicioso- su mejor juego de saque y volea. En el décimo juego, de hecho, el helvético pasó momentos difíciles, pero retuvo su servicio. De nuevo en la muerte súbita, Federer -poco acostumbrado a los partidos largos, más exigentes en el aspecto físico- volvió a pasar apuros, y cedió dos bolas de partido a Nadal. Pero la épica de la final obligaba a postergar el desenlace: el campeón sacó su pundonor, sus virtudes, y consiguió empatar el partido. Sin embargo, comenzó a llover de nuevo, con lo que los finalistas pudieron darse un breve respiro. A la vuelta, la luz ya era muy escasa. Sin la posibilidad de desempate, suspender el partido y acabarlo el lunes era una posibilidad, pues el triunfo estaba realmente caro. Como en un pacto tácito, cada jugador fue ganando con su saque hasta que Nadal logró quebrar a Federer en el décimo quinto juego y entrar en la historia del tenis. Nadal, quién si no, había roto la maldición de los españoles en Londres. Nadal acalló a quienes le achacaban que sólo dominaba en la tierra y convirtió en humano a Mr. Perfect Federer. Rondas previas Además de Nadal, Feliciano López también consiguió llegar a la segunda semana del torneo, pero cayó derrotado en cuartos de final por Marat Safin por 3-6, 7-5, 7-6 (7-1 en el tie break) y 6-3, en un partido donde las interrupciones por el agua condenaron al toledano, que no supo cerrar las puertas al irregular, pero talentoso ruso. Con la eliminación de varios favoritos en la primera semana, como Novak Djokovic y Andy Roddick, avanzaron a las últimas rondas algunos extraños, como el alemán Rainer Schuettler y el francés Arnaud Clément. Los teóricos aspirantes al título, en cambio, no pudieron cumplir con las expectativas, caso del escocés Andy Murray, que perdió con Nadal en cuartos, y del croata Mario Ancic, que hizo lo propio con Federer. Lo que ha dejado claro Wimbledon es que entre las dos mejores raquetas y el resto del mundo existe una gran diferencia, como demuestra el que ambos hayan dirimido las dos últimas finales de Grand Slam.