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BIRMANIA

Aumenta la represión de la Junta Militar hacia los manifestantes

Por J. F. LamataTiempo de lectura2 min
Internacional07-10-2007

El Gobierno birmano tenía claro que debía apartar a los periodistas y una vez que lo hizo sacó los fusiles. De momento, el Ejecutivo ya ha reconocido 2.000 detenciones, entre opositores y personas acusadas de pasar información a los medios occidentales.

Analizando la historia reciente de Birmania, no sería raro que la Junta Militar anunciara inminentes reformas aperturistas. No sería la primera vez que lo hiciera, ni, por desgracia, la primera vez que lo reventara. La Junta Militar, que oficialmente se llama Consejo para la Paz y el Desarrollo, se considera provisional, pero como ocurre en la mayoría de dictaduras, como la del general Pervez Musharraf en Pakistán, las provisionalidades tienden a eternizarse y en el caso birmano, la alternancia entre la dicta-blanda y la represión ha sido una constante. La Junta ha jugado con especial dureza esta contradicción con la opositora Aung San Suu Kyi, la que ganó los comicios de 1990, en las primeras y últimas elecciones en Birmania, que ha sido liberada y encarcelada por la Junta según el momento político. En 1995, el Gobierno aceptó liberarla en un guiño a Occidente pero en 1996 la volvía a encarcelar. Quizá ahora, en vista de los acontecimientos, quieran soltarla pero ella misma debería preguntarse ¿por cuánto tiempo será esta vez? Poca confianza le trasmitirá la Junta Militar que ni siquiera le permitió ver a su marido cuando éste se moría de cáncer de próstata en 1999. ¿Quién es quién en la Junta Militar? Hacer un perfil de los miembros de la Junta Militar es una tarea nada fácil, puesto que ninguno de ellos es demasiado populista y se mantiene una especie de tiranía colectiva sin ninguna ideología clara desde la caída del comunismo en 1988. El primer ministro es el general Thein Sein, nombrado en mayo pasado, que podría haber dado un aire nuevo al Gobierno, pero a raíz de lo sucedido ha sido un tormento muy desafortunado. Sin embargo, aunque es evidente la conformidad del general Thein Sein, la orden de aplastar las manifestaciones partió del jefe de Estado, a la sazón dictador, es decir, del coordinador del Consejo, el general Than Shwe, quien, además, ocupa el cargo de ministro de Defensa. Este hecho le da el control absoluto del Ejército y es el que ahora se encarga de relacionarse con el enviado de la ONU. Than Shwe parece tener claro que debe contar con la "odiada" Aung San Suu Kyi si quiere el visto bueno de Naciones Unidas, pero tiene difícil convencer a los diplomáticos de que los monjes a los que aplastó eran "peligrosos terroristas". Tras la represión, no es raro que muchos de los monjes que aún no han sido encarcelados hayan huido a Tailandia, país que actúa como una especie de país-embajada de Estados Unidos en la zona. La pregunta es lo que pasará ahora con los inspectores de la ONU y con los periodistas internacionales que quedan en el país. Es casi seguro que la Junta ofrecerá garantías de la futura democratización, pero habrá que ver qué pasa cuando éstos se vayan y la Junta Militar -Consejo para la Paz y el Desarrollo- interprete al revés su nombre y vuelva a usar la represión.