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VENEZUELA

Castro habría recibido a Chávez ‘como un hermano revolucionario del alma’

Por Vicente García GandíaTiempo de lectura2 min
Internacional20-04-2002

Chávez volvió a la Presidencia de Venezuela con un crucifijo en la mano y un discurso conciliador después de la crisis de tres días que acabó con la vida de al menos 58 personas.

"Esta cruz y la Constitución bolivariana son los principios rectores de mi vida" señaló Chávez en su primer discurso tras el golpe que intentó derrocarlo. El presidente añadió: "Las causas de lo que ha ocurrido ya las analizaremos con calma, para corregir donde haya que corregir, y para corregirnos donde haya que corregirnos. Pero mientras tanto, calma y cordura". A pesar de la presión de los grupos de la oposición, Chávez descartó la celebración de elecciones anticipadas porque "no hay ninguna duda sobre el apoyo mayoritario de la población a este Gobierno". Al tiempo que el poder se recuperaba de esta crisis de 72 horas, el efímero presidente Carmona fue puesto bajo arresto domiciliario. "No soy golpista, no he conspirado ni conspiraré, ni he traicionado mis profundas convicciones democráticas", señaló Carmona. El líder empresarial se encuentra imputado en el proceso judicial que juzgará en tribunales militares a todos los detenidos durante el fin de semana del golpe. Un proceso en el que desde la Presidencia se ha asegurado que se respetarán los derechos de todos los implicados, incluido el de la presunción de inocencia. EE.UU. acabó con las especulaciones sobre su vinculación en lo ocurrido. La Casa Blanca admitió la semana pasada que conocía las intenciones de los golpistas y altos cargos de la Administración de Bush señalaron que habían mantenido contactos con líderes como Carmona durante los últimos meses. "No les desanimamos, enviamos señales sutiles e informales que indicaban que no nos gustaba ese hombre. Ni les dijimos que no se atrevieran, ni les ofrecimos armas o les prometimos ayuda”, se afirmó desde la Administración estadounidense. Esta postura de EE.UU. ha tenido repercusión en la Organización de Estados Americanos (OEA). Si bien todos los miembros aplicaron la Carta Democrática Interamericana, que obliga a condenar y analizar todo cambio en el mando de un país que se haya producido fuera de los márgenes democráticos, el embajador estadounidense en esta organización, Roger Noriega, consideró en un primer momento, que lo ocurrido era lo mejor que podía pasar y, por tanto, no era condenable. Más tarde, Noriega aclaró: "El sábado por la mañana no sabíamos que el presidente interino iba a suprimir el Parlamento, la Corte Suprema y otras instituciones. Cuando conocimos la evolución de los hechos, los condenamos”.