EL REDCUADRO
El «no», bella arte
Por Antonio Burgos3 min
Opinión04-01-2004
Igual que existe un diccionario de Oscar Wilde con sus citas clasificadas alfabéticamente y por materias, estoy por comenzar a redactar las entradas de una obra igual con las frases de Mariano Rajoy. En las próximas elecciones tendremos un candidato inserto en la mejor tradición británica del humor como ideología. ¿No citan a Churchill? Columbro que, a poco que cuidemos su Diccionario de Citas, el conservadurismo español tiene un Churchill en perspectiva. De momento, Rajoy fuma puros, como Churchill. Y dice frases geniales, como Churchill. Rajoy no dijo cuando el "Prestige" que "lo más urgente es esperar", pero podía haberlo dicho. Y a poca fama que coja, le pasará como a Churchill, a quien se atribuyen todas las frases ingeniosas sobre la política. Como a Guerrita se le otorga la paternidad de toda la filosofía popular que el toreo encierra. En este Diccionario de Rajoy que tengo en el telar ya anoté una entrada genial: "Gobernar es hacer las menos tonterías posibles". Ahora añado otra, del mismo tenor; vamos, de tres tenores, qué buena: "Gobernar es también decir «no»". El «no» es una de las Bellas Artes. Un género poco practicado. No se lleva el «no». Muchos males de nuestro tiempo proceden de la poca práctica del «no». Si los padres supieran decir «no», se atrevieran con el «no», no habría problemas de movidas ni de botellonas. Y así en todo. Estamos en una sociedad permisiva, tiempos en que lo cómodo es el sí y lo heroico, el no. Gobernar es entendido como un largo y cómodo sí, como una larga dejación del principio de autoridad. En las Vascongadas casi nadie se ha atrevido a llevar a la práctica el «no» del Supremo a la legalidad de Batasuna. Decir «no» a la ETA a pie de obra, además de una bella arte, es una heroicidad. Por eso los cómicos del Festival de San Sebastián dijeron «no» a la guerra de Irak, pero ninguno se atrevió con el «no» a la Eta. Ahora estamos en el moratiniano "sí de las niñas" como más políticamente correcto que el «no» que en un momento dado tienen que saber decir los hombres. Olvidan las raíces históricas del "no" en la política española. No había nada más revolucionario en 1936 que un «no» en boca La Pasionaria: "No pasarán". Nada más liberal que el "Maura no" cuando la guerra de Marruecos. Nada más contestatario que el "no nos moverán" del 68. Nada más ecológico que el "nucleares, no, gracias". Confío que Rajoy sea de aquí a las elecciones un virtuoso del «no» como bella arte de ir contra corriente. Hay muchos españoles esperando políticos que sepan decir «no» y que apliquen ese «no» a la general bajada de pantalones. En el que sí que sí, que no, que no, de La Parrala del poder, muchos nos quedamos con la copla el arte del «no»: no te mires en el río, no me quieras tanto, no me mandes papeles. Ya está bien de que nos ofrezcan las margaritas del poder asegurándonos de que todas dicen que sí. Conviene que vengan políticos que ofrezcan margaritas que digan «no». Ya lo dijo el poeta Amado Nervo: no echen margaritas a los cerdos. Ya se imaginan a qué cerdos me refiero.
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Antonio Burgos
Columnista del diario ABC
Andaluz, sevillano y del Betis
** Este artículo está publicado en el periódico ABC y posteriormente recogido de AntonioBurgos.com por gentileza del autor