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EL REDCUADRO

Los asesinatos están en Cultura

Fotografía

Por Antonio BurgosTiempo de lectura2 min
Opinión13-10-2003

A Las Ventas no va nadie con banderas nazis de la cruz gamada. En los alrededores de Las Ventas, antes de la corrida, todo lo más que te puede ocurrir es que te roben la cartera, pero nunca que un exaltado partidario de El Juli o de José Tomás te pegue una puñalada, ni aunque le digas que Julián López no vale un duro y que el de Galapagar es un vídeo de Achúcarro sobre Manolete pasado por Paco Ojeda. Dentro de la plaza, los más violentos son los del Tendido Siete, no hay Ultra Siete. Si la Policía los registrara al entrar, les encontraría todo lo más un montón de pañuelos verdes, color de la esperanza, pero ni una sola navaja. Vamos, ni para cortar el chorizo de la merienda, porque donde se come en el tercer toro es en Algeciras, Granada o Pamplona. En la plaza de toros de Sevilla, vulgo Maestranza, nunca ha disparado nadie desde los tendidos de sol una bengala que le haya pegado en todo el pecho a un promotor inmobiliario que estaba tan tranquilamente pintando la mona en el abono de su barrera de los capotes. Ni en aquellas aciagas tardes en que Curro Romero estaba genialmente para matarlo le arrojaban latas de cerveza, pilas de teléfonos móviles o botellas. Todo lo más le tiraban acolchadas almohadillas y rollos de papel higiénico, pero del suave, suave, del que anuncia el perrito. Ningún espectador ha muerto nunca en una riña en una plaza de toros. Todo lo más, ha saltado un estoque de descabello y ha chocado a un señor de gris. Si alguien ha muerto en una plaza, han informado puntualmente las coplas y los poemas, léase El Espartero, Joselito, Sánchez Mejías, Manolete, Paquirri, Granero. Pues esa Fiesta Nacional donde los goles, que son las orejas, se marcan por democrática petición mayoritaria y donde no hay la menor violencia, depende administrativamente del Ministerio del Interior y la corrida la preside un policía, como si los toreros fueran todos de la ETA. Y en cambio la Fiesta Nacional del Fútbol, donde ha tenido que crearse un Comité Antiviolencia y donde cada lunes y cada martes matan a un pobre aficionado, depende del Ministerio de Cultura. Los toros, en su belleza, son por lo visto un problema de orden público y tienen que seguir dependiendo de Interior. El fútbol, con toda su sangre, sus navajazos, su violencia, es por lo visto Cultura y por eso no arbitra los partidos un policía. Cada día se aprende algo. No sabía yo que las asesinas patadas de kárate en el hígado de un inocente seguidor del Depor fuesen una forma de Cultura.

Fotografía de Antonio Burgos

Antonio Burgos

Columnista del diario ABC

Andaluz, sevillano y del Betis

** Este artículo está publicado en el periódico ABC y posteriormente recogido de AntonioBurgos.com por gentileza del autor