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SIN ESPINAS

Otros medios

Fotografía

Por Javier de la RosaTiempo de lectura3 min
Opinión13-10-2003

Poca gente entiende bien en España el conflicto palestino-israelí. No es fácil de explicar. Lo mismo ocurre cuando le intentas aclarar a un colombiano, a un mejicano o a un irlandés el problema que nosotros tenemos aquí con el ultra nacionalismo terrorista de ETA. Y de igual manera, ellos necesitan explicar quiénes son las guerrillas de las FARC, el ELN, el ejército zapatista o el IRA. Cada situación es diferente, tiene sus matices. Unos se siguen denominado y reconociendo internacionalmente grupos de resistencia armada, rebeldes, movimientos para la liberación de un pueblo, activistas, independentistas. Sin embargo, todos coinciden en una cosa: el uso de la violencia más despiadada para la consecución de sus objetivos políticos. La mesa y el diálogo, las propuestas, los argumentos no son su fuerte. Suelen además estar al servicio de quienes les amparan, que se aprovechan y recogen vilmente los frutos de sus sangrientas acciones. Pero más complicado que determinar quienes son grupos de resistencia o movimientos de lucha contra la ocupación u opresión de los pueblos es definir el terrorismo de Estado. Putin lo tiene tan claro en Chechenia como Ariel Sharon en Oriente Próximo y como Bush en Irak, Afganistán, Siria e Irán. Sin embargo, Blair y Aznar que apoyan y abanderan la llamada lucha contra el terrorismo Internacional, luego utilizan contra él en su casa, sólo las armas del Estado derecho. Álvaro Uribe combina en Colombia las ofensivas militares y policiales con el diálogo y los acuerdos de tregua con los que considera terroristas. A estas alturas de mi reflexión algunos estarán diciendo que lo estoy mezclando todo. Que cada caso es diferente y que cada conflicto requiere de un tratamiento diverso por parte del Estado que lo sufre. Tal vez tengan razón quienes piensan así. Tal vez soy yo que no logro comprender la dimensión de cada problema político, armado, religioso o económico que genera odio y destrucción en los diferentes rincones de mi planeta. Pero cada día de mi existencia me pregunto si son los medios que se utilizan los culpables de que todo salga mal en la llamada lucha por la paz. A todos los mandatarios se les llena la boca muy rápidamente para decir que el fin de sus acciones violentas es la Paz. A veces, casi tanto como se les ensucia de ponzoña a los líderes espirituales del terrorismo. Donde hay paz ahí está Dios y donde no está Dios no puede haber paz. Sólo Él puede otorgarla. Por eso, aquellos cuyo corazón les pide defender el ojo por ojo, el asesinato selectivo contra el terrorista suicida y viceversa, las masacres de civiles como daño colateral para capturar a dictadores o terroristas que se escaquean como fantasmas, todos esos, nunca conseguirán nada bueno. Mi última afirmación es una creencia sustentada en la experiencia y en la fe. Por eso, para hacer uso de otros medios para luchar por la paz es necesario creer que Dios nunca y en ningún caso justifica la violencia. Ni el Shalom de los judíos, ni el Alá de los musulmanes, ni el “God bless America” de los norteamericanos patrocinan sus acciones. Como han revelado y han dejado dicho, las condenan.

Fotografía de Javier de la Rosa