ANÁLISIS DE LA SEMANA
Premio a la nada
Por Almudena Hernández
2 min
Sociedad12-10-2003
Algo no funciona en el premio Nobel de la Paz. Lo recibió el ex presidente de Estados Unidos, Jimmy Carter, y cuando lo recogía pidió que no se atacase Irak. También lo recibió Kofi Annan de forma conjunta con la institución que preside, la Organización de las Naciones Unidas (ONU), cuando la concesión del galardón pedía para ambos un papel de mayor peso en el mundo. Y parece que siguen sin pintar gran cosa. Fue después del 11-S y las bombas cayeron sobre Afganistán ante los ojos de una ONU sin voz. Más le valdría al Nobel de la Paz no existir, porque eso significaría quizás que el mundo estaba un poco mejor. El Nobel suele reconocer las buenas intenciones entre las malas. Si no existiese, quizás sería porque no habría malas intenciones que se mezclasen con las buenas. La paz, la de los premios y la otra, se puede conseguir por muchos caminos, siempre que vayan por la senda de las buenas intenciones. Habría que inventar el Nobel para que lo ganasen las amas de casa. Ya hacen méritos para ganarlo todos los días y se les reconoce muy poco su trabajo. También habría que inventar el Nobel a la Educación de los Niños, para que tuviesen el cariño suficiente, la comprensión más adecuada y los ejemplos más dignos y no caer así en la tentación. Será, posiblemente, que el mundo necesita más reflexión y menos cabezas vacías, más silencio y menos gritos, más escucha y menos imposiciones. El mundo se vuelve loco y no hay premio para la locura sana, la que tantas veces lleva la razón. Se ha celebrado el Día Mundial de la Salud Mental y pocos se han dado cuenta de lo traicionera que puede llegar a ser la cabeza. Algún premio Nobel supo en primera persona qué era eso de la enfermedad mental. El mundo reconoció su trabajo, pero sólo él y los suyos supieron valorar lo que significa luchar contra uno mismo.
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Almudena Hernández
Doctora en Periodismo
Diez años en información social
Las personas, por encima de todo