APUNTES DE BANQUILLO
Jornadas de irreflexión
Por Roberto J. Madrigal2 min
Deportes25-05-2003
Si las elecciones autonómicas, allí donde las hay, y las municipales demuestran que a los políticos les gusta más andar a la gresca que a los niños un caramelo, imagínense qué puede ocurrir en unos comicios con unos intereses tan concretos como son los de un club de fútbol. Decir que el entorno en Can Barça anda demasiado revuelto, cual reino de taifas –diez, concretamente– que no encuentra ni la manera de alcanzar el consenso, ni la manera de centrarse en los objetivos deportivos de la primera plantilla de fútbol, la joya de la corona del club, no es decir nada nuevo. Ni siquiera los exitazos de dos secciones bien gestionadas, como son el baloncesto y el balonmano, sirven de ejemplo a la masa social culé, que aunque ha tenido unas cuantas ocasiones para frecuentar gozosa la Plaça de Sant Jaume, ya no sabe ni a qué atenerse. Después de que esa tendencia al desfile electoral que consiste en captar figuras de renombre como apoyo a las candidaturas, no necesariamente vinculadas al deporte –Sergi Bruguera, Pep Guardiola, Miquel Roca, Salvador Alemany…– parezca una estrategia agotada, le llega el turno a la doble vertiente del populismo: primero, llenarse la boca con las figuras que se habrán de fichar para que el equipo vuelva a ganar títulos, lo cual supone reconocer implícitamente que ni Saviola ni Riquelme valen lo que costaron, y segundo, intentar devolver el efecto Figo tanteando a algún jugador del Real Madrid, como asegura que ha conseguido Jaume Llauradó. Vamos, que casi nadie concreta en qué consiste eso de asegurar una estructura sólida y una concurrencia a las elecciones del club más clara. Porque si en las elecciones generales los candidatos tuvieran que presentar un número de firmas como aval, no dispusieran de un censo de ciudadanos y no pudieran garantizar que el voto fuese único –un socio se puede llevar tantos regalos como candidaturas hay, para que después su firma no valga para nada, vamos, un chollo para el control de una junta electoral central–, la democracia institucional iba apañada. Y los que no sólo prometen una gestión transparente, sino que la apoyan con un equipo competente, resulta que se encuentran con que los llaman florentinistas, como si fuera vergonzoso reconocer que el legado de José Luis Núñez se ha dilapidado en tres años. Algunos incorregibles prefieren seguir dándole leña al mono, aunque ese mono sea poco menos que un muñeco. Entre tanto, nadie dice que la falta de apoyo para que el Barça consiga clasificarse para la UEFA por la vía directa es impropia de un club que debería demostrar más seny para considerarse, con motivo, uno de los grandes de todo el mundo.