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ANÁLISIS DE ESPAÑA

De Ortega Lara a Miguel Ángel

Fotografía

Por Alejandro RequeijoTiempo de lectura2 min
España03-07-2017

Fueron dos semanas que cambiaron España. Entre el 1 y el 13 de julio, entre la liberación de José Antonio Ortega Lara y el asesinato del joven Miguel Ángel Blanco, que a Otegi le pilló tomando el sol en la playa. Ambos acontecimientos están siendo estos días debidamente recordados como dos episodios vitales para el principio del fin de ETA. Aún quedarían 14 años hasta la declaración de Aiete, que no fue otra cosa que el modo con el que los terroristas trataron de disimular su rendición tres días después. No obstante, Ortega Lara y Miguel Ángel Blanco son el símbolo de la batalla más importante por la libertad que libró España desde la muerte del dictador. Una conquista atribuible a esta joven democracia pese a haters como Pablo Iglesias, que otorgaba no hace mucho a ETA la lucidez de haberse dado cuenta del timo de la transición. Nada menos que 800 muertos de lucidez.

Los acontecimientos de 1997 sirvieron para que ETA empezase a perder el control del relato. No fue suficiente la matanza de Hipercor, diez años antes. Hubo hasta quién culpó a la Policía por no desalojar rápidamente el edificio. Tampoco sirvió como punto de inflexión la matanza de 1991 en la casa cuartel de Vic con cinco niños muertos. Su crimen, ser hijos de guardias civiles. Tuvo que ser la imagen de Ortega Lara, desorientado, saliendo de aquel agujero siniestro. Tuvo que ser un joven concejal de 23 años asesinado a cámara lenta en un inaceptable chantaje al Estado. Desde ese momento las víctimas empezaron a ocupar un lugar central en la información sobre terrorismo. Demasiadas veces en el pasado fueron relegadas al rincón de la historia con apelativos como “representante del régimen franquista”, “miembro de las fuerzas de seguridad”, “traficante de drogas”... algo habrían hecho.

Tuvieron que morir muchos, demasiados, para arrebatar a ETA la legitimidad de elegir a sus víctimas. Demasiados policías y guardias civiles que también tenían padres, hijos, proyectos de vida. Entre medias de estos homenajes los autores de aquellos crímenes, hoy en prisión, han buscado su protagonismo. Con un hilillo de voz los reclusos de ETA han vuelto a anunciar que aceptarán la legalidad penitenciaria. Es al menos la tercera vez que lo anuncian sin que en la práctica tenga ningún efecto. Venden como un regalo lo que no es otra cosa que una salida desesperada a su situación. Pero, eso sí, insisten en que no se arrepienten de nada. Ni de aquellos 532 días de cautiverio, ni de aquel frío tiro en la nuca, ni de los otros 800 muertos. Y todavía habrá quien tenga tentación de apelar a la generosidad con ellos.

Fotografía de Alejandro Requeijo

Alejandro Requeijo

Licenciado en Periodismo

Escribo en LaSemana.es desde 2003

Redactor de El Español

Especialista en Seguridad y Terrorismo

He trabajado en Europa Press, EFE y Somos Radio