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EL CONTRAPUNTO

Ponga un escolta en su vida

Por Juan Emilio MaílloTiempo de lectura2 min
Opinión10-04-2001

Es la frase que la dirección del PSOE le ha hecho llegar a todos sus cargos electos en el País Vasco. Algunos lo han asumido como un paso más dentro del clima de anormalidad que se vive en este país, pero otros han dicho NO. Con mayúsculas y con todo el respeto que debe suponer esa decisión, aunque ya hay quien ha querido sembrar la discordia porque los que han renunciado a su cargo sean concejales socialistas y no del PP. Esa división me parece repugnante. Antes de juzgar estos hechos, todos los vividores mediáticos deberían saber lo que es vivir con escolta. Tengan un poco de imaginación. Se imaginan ese vendedor comercial que tiene que ir casa por casa ofreciendo un seguro, se le imaginan llegando a casa de un votante de HB con un escolta. "¿Y ese que viene con usted quién es?", diría el visitado. "Mi escolta", señalaría el concejal. ¿Creen que vendería algo? Pero no es el único caso. Piensen en ese concejal del PSOE que es agricultor, que se tendrá que llevar a su escolta al campo, a pasar el día con unos animales para salvarse de los ataques de otros. O ese otro edil socialista que trabaje en una obra y tenga que tener a su lado, con el carretillo, los ladrillos y el casco a un escolta, mientras varios de sus compañeros de obra son culpables de esa situación. Pero, sin duda, el caso más sangrante lo tiene que vivir uno en su casa. Se acabaron los domingos en el parque con los niños, se acabó ir al cine, en definitiva, se acabó la libertad. Cómo respondería ese concejal a su hijo, cuando le preguntara por ese señor que les sigue a todas partes. O por ese señor al que cuando vas a comer a un restaurante, tienes que reservarle sitio en la mesa de al lado. Cientos de escoltas se han acostumbrado a vivir con miedo, pero no están dispuestos a vivir sin libertad.

Fotografía de Juan Emilio Maíllo