ROJO SOBRE GRIS
Suena a España y sabe a gol
Por Amalia Casado3 min
Opinión27-06-2012
Se abren las puertas y las ventanas de par en par, y entra el verano con su luz, sus olores y zumbidos. El verano suena a niños en la calle, a chapuzón en la piscina, a murmullos en las calles, y a "¿dónde vamos hoy?". Huele a cloro, y a sal, y a tolla mojada. Suena a sombra; huele a brisa; sabe a crema y chaparrón. Se viste de tirantes, de linos y sandalias. Y, desde hace unos años, huele a rojo y amarillo, suena a España y sabe a gol. No sé cómo lo hicieron entonces, cuando era tan difícil ganar. No sé cómo planificaron el futuro, que es hoy, pero lo hicieron muy bien, y desde el mañana que es hoy les brindo mi agradecimiento. Cuando yo era pequeña, el deporte en España y nuestros triunfos en las grandes competiciones internacionales eran como el salmón: creo que ni de piscifactoría los había. Una exquisitez, un lujo exclusivo para otros, para los grandes. De vez en cuando, alguna migaja. Crecer en esa austeridad de victoria, en esa escasez de himno, de patria, de bandera y de colores; crecer en esa pobreza de furia para remontar, de lucha fructífera, de dominio preciso y exitoso es el recuerdo de los veranos de mi infancia en relación con el deporte. Para ganar algo, había que ser del Madrid. España era más bien un problema que el deporte no contribuía a remediar. Para mí que todo cambió a partir de Barcelona 92, con aquella primera vez que a los organizadores de unas olimpiadas se les ocurría pensar en un a lo grande de verdad. Por primera vez se dimensionó correctamente un espectáculo inaugural de tamaño olímpico, con la genialidad artística de la Fura dels Baus, y la clara conciencia política de qué nos jugábamos. La Corona española tomó posiciones y consolidó visibilidad junto al deporte de élite. Desde entonces, y hasta hoy. (Machadas y meteduras de pata a parte, cuánto de la continuidad en las grandes apuestas de este país es posible gracias a nuestra Corona. Deberían contárnoslo más y mejor. Y deberíamos exigirles que se comporten como reyes, no pensar en acabar con ella). El caso es que muchos jóvenes y niños ya no asocian su bandera sino a ganar, a ver la tele en familia, a fiesta en las calles, a esfuerzo, a lo que nos une, a lo que nos hace fuertes, a lo que inspira anuncios publicitarios que no nos avergüenzan, que nos emocionan y que nos impulsan a ser mejores. Nos pintamos la cara de nuestros colores con la pasión de un británico, un estadounidense o un francés; nos vestimos de rojo y amarillo; colgamos la bandera del balcón y gritamos "esta España sí que mola se merece una ola". Inimaginable hace años. No creo que sea consecuencia de la pura casualidad. Me aventuro a hipotetizar que hubo proyecto -y ojalá siga habiéndolo- a medio y largo plazo. Creo que se apostó por el deporte de élite y por la excelencia en el mismo, que se apostó por demostrar que España podía estar en los podium si empeñaba en algo lo mejor de sí misma. Y aquí están los resultados: somos más españoles, y ser rojo no divide porque es mucho más que antes. Por un verano rojo, muy rojo. Olé.
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Amalia Casado
Licenciada en CC. Políticas y Periodismo
Máster en Filosofía y Humanidades
Buscadora de #cosasbonitasquecambianelmundo