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ANÁLISIS DE SOCIEDAD

Planes indiscretos

Fotografía

Por Almudena HernándezTiempo de lectura3 min
Sociedad02-05-2010

Todos hacemos planes. Pensamos que un fin de semana puede tener más de 48 horas y que en ese tiempo no va a haber imprevistos. Pero, para empezar, se va la luz y se rompe la lavadora. También creemos que podemos dividirnos y estar en cuatro sitios a la vez para cumplir con esa agenda subliminal que nos hemos puesto. Pero eso es imposible, pues aún "la máquina de Dios" no ha pasado de los átomos. Siempre hay algún encuentro inesperado, alguna llamada, alguna cuestión que se nos olvidó, algún plan sorpresa o las simples sorpresas del destino. Que llueva, que explote un volcán y uno no pueda coger un avión o que se rompa una plataforma de petróleo y la guarrería se cargue el pan de miles de pescadores. Imaginen algo a más pequeña escala, por ejemplo, lo que significa tener como plan ir a comprar fruta y pan una mañana en un pueblo. El trayecto andando no supone más que cinco minutos, pero en ese camino han saludado cuatro personas, de esas que preguntan directamente y sin anestesia: "¿Dónde vas?". Evidentemente hay que contestar, pero desde hace años circula una teoría que puede saciar de inmediato la curiosidad, una teoría que consiste en responder: "Para arriba" o "para abajo", según se suba o se baje, pues el pueblo por el que algunos acostumbramos a movernos está en un valle. Cuestión distinta será la de aquellos pobres que residan en el páramo castellano, en la Tierra de Campos palentina o en La Mancha de horizontes rectos e infinitos. Apenas encuentran un árbol donde camuflarse. Pero tomemos en serio a la gente de pueblo -ojo, que no todos son "paletos"-. Pues viene bien hacerse las preguntas fundamentales de vez en cuando, esas de adónde vamos, verbigracia. En las zonas rurales, aunque cada vez menos, suelen ser más sabios porque se hacen menos planes. Así, también, están menos estresados. Saben de sobra que después del trayecto de casa a la panadería, habrá que entrar en materia con el tendero de turno, o la vecina de más allá. Y no se hablará precisamente del tiempo, por eso de ir a lo fundamental: suelen preguntar por la familia. Y los más avanzados en las teorías de las toreras largas cambiadas van y se lanzan al ataque. No hay nada mejor que contestar aquello de "bien, gracias" para pasar al plan "b" de inmediato y sin tomar ni aire para respirar, añadir: "¿Y la suya?". Aquí es cuando se suele acabar la conversación, y uno opta por el camino de circunvalación, ese que rodea el casco urbano del pueblecito para volver a casa sin apenas encontrarse con un alma. Será la forma de poder cumplir, dentro de lo malo, con algo de lo planificado en la agenda, a pesar de que apenas nada funciona sin luz y el técnico de la lavadora tardará días en venir. Eso sí, seguro que más de un observador indiscreto luego irá contando que ha visto a Fulanita a media mañana con una barra de pan por los sembrados de las afueras. "A saber dónde iría por ahí. Qué raros que son los de ciudad".

Fotografía de Almudena Hernández

Almudena Hernández

Doctora en Periodismo

Diez años en información social

Las personas, por encima de todo