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¿TÚ TAMBIÉN?

Todos podemos reinar

Fotografía

Por Álvaro AbellánTiempo de lectura2 min
Opinión28-12-2009

Sabemos que La Ley cambia en Navidad, pues su lógica del poder deja paso a la lógica del amor, invierte el orden del mundo, como quien da la vuelta a un calcetín, y nos promete una alegría que no solemos esperar del resto del año. Una de las leyes que cambia en Navidad es la del Señor y el Esclavo. Durante el año es fácil que la vida nos empuje hacia delante con todas sus exigencias cotidianas. Es posible que no trabajemos donde queramos, que no gastemos lo que quisiéramos, que no decidamos en qué invertir nuestro tiempo, etc. Pero, en Navidad, todas estas reglas se relajan. Algunos días no trabajamos; otros, nos permitimos algún gasto especial; tenemos siempre algo más de tiempo para nuestra familia… Yo creo que todos somos, siempre, reyes de nuestra vida. Que recibimos el poder de gobernarnos a nosotros mismos y que debemos decidir muy bien qué hacer con ese poder. Es cierto que en algunos periodos del año esto lo vemos con más claridad, al disponer de algo más de lo que muchos llaman “tiempo libre”. Tal vez no sea casualidad que justo en Navidad, un periodo en el que el hombre puede percibir con más claridad que es rey de su propia vida, la tradición nos propone dos modelos de reyes bien distintos. Por un lado, Herodes, a quien recordamos en el día de los Santos Inocentes y cuyo castillo domina, desde las alturas, las mejores vistas de algunos belenes. Herodes ejemplifica el rey cuyo primer criterio de gobierno es él mismo, su propia satisfacción y bienestar. Es símbolo de cualquiera de nosotros cuando, a la hora de pensar en cada Navidad (en cada día de nuestra vida) nos ponemos nosotros como centro y valor último de cada decisión. Por otro, se nos presentan tres reyes bien distintos, cuya generosidad y entrega sacrificada, cuya esperanza y alegría, conmemoramos la noche del 5 al 6 de enero. Son justo el modelo contrario al de Herodes. Para los reyes magos el criterio de gobierno es la felicidad de los demás, especialmente de los puros e inocentes. Son símbolo de cualquiera de nosotros cuando, a la hora de pensar en cada Navidad (en cada día de nuestra vida) ponemos el bien de aquellos a quienes queremos como centro de cada decisión. Cada Navidad, cada día de mi vida, he de elegir qué tipo de rey quiero ser. No siempre es fácil. Algo dentro de mí tiende a convertirme habitualmente en Herodes. Pero una fuerza mayor, que tiene que ver con la prueba evidente de que el mundo es más hermoso y alegre cuando gobiernan los reyes magos, me hace luchar siempre por ser Melchor, o tal vez Gaspar, o mi querido Baltasar. Pues allí donde rige la ley descubierta y encarnada por los tres sabios de Oriente, se alza ese lugar donde la vida se ensancha.

Fotografía de Álvaro Abellán

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Doctor en Humanidades y CC. Sociales

Profesor en la UFV

DialogicalCreativity

Plumilla, fotero, coach