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AFGANISTÁN

Dos candidatos, dos etnias

Por Miguel MartorellTiempo de lectura1 min
Internacional30-08-2009

Hay algo que la Comunidad Internacional considera más peligroso que una victoria irregular del actual presidente de Afganistán, Hamid Karzai, en las elecciones del 20 de agosto: una segunda vuelta. El temor es que repetir los comicios acentúe la división entre las dos etnias mayoritarias del país.

Hamid Karzai es pashtún. Ésta es sin duda una de las grandes fortalezas del actual presidente de Afganistán para permanecer en el poder, ya que los pashtunes suponen el 42 por ciento del total de la población. Una etnia de cultura preislámica muy unida a los talibán y a los señores de la guerra en Afganistán, lo que concede a Karzai un poder que ningún otro candidato a presidir el país asiático posee como punto de partida. El lastre de Karzai es su propio recorrido en la política del país. Candidato predilecto de la Administración de Bush para presidir un país recién invadido en 2002, el Gobierno afgano se ha convertido en un nido de corrupción alejado de los problemas de los ciudadanos. En la otra esquina del cuadrilátero, como principal rival de Karzai, el tayiko Abdulá Abdulá. El candidato de la oposición cuenta con el respaldo de una etnia que supone el 27 por ciento de la población afgana, la segunda etnia mayoritaria de un país crisalizado de etnias y culturas. Abdulá ha tratado de hacer valer el origen pashtún de su padre y su antigua amistad con un héroe nacional, Ahmad Shah Massud, asesinado por miembros de Al Qaeda poco antes de los atentados del 11 de septiembre de 2001. Abdulá, como gran parte de los hombres afganos, formó parte de la resistencia a la ocupación soviética y, junto a Massud, luchó contra los focos talibán que se hicieron con el poder pocos años después. Es precisamente esa diferencia étnica entre los dos principales candidatos la que más preocupa a la Comunidad Internacional. Una segunda vuelta en las elecciones del 20 de agosto podría acrecentar la rivalidad entre ambas y desestabilizar aún más un país salpicado por la violencia.

Fotografía de Miguel Martorell