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SIN CONCESIONES

La Obamanía

Fotografía

Por Pablo A. IglesiasTiempo de lectura3 min
Opinión25-01-2009

Por fin ha llegado Barack Obama a la Casa Blanca. El inicio de su mandato ha abierto una autopista de esperanza y optimismo sobre el futuro. Todavía no sabemos qué tiene, qué ofrece, que propone ni qué piensa hacer para solucionar los grandes problemas del mundo. Pero como presidente de Estados Unidos tiene la inmensa responsabilidad de liderar los designios del planeta durante la próxima década. Nadie duda de que el candidato negro repetirá victoria en las urnas cuando finalice este primer mandato. La ilusión que generan sus palabras y el respaldo internacional recibido le empujan a afrontar grandes retos y alcanzar los éxitos más arduos. Pero... ¡cuidado! Porque, como ya avisó en el siglo XIV el autor de El Conde Nicanor, cuanto más se sube es mayor la caída posterior. La victoria del primer presidente negro de Estados Unidos ha dado paso inmediato a una corriente de estusiasmo y optimismo. Se llama Obamanía y, como todas las modas, tiene un alto grado de fanatismo y de ceguera ante las decisiones que tome el nuevo inquilino de la Casa Blanca. Sus seguidores, entre ellos muchísimos políticos y periodistas españoles, en realidad dan más saltos de alegría por la marcha de George W. Bush que por la llegada de Obama. Dicen que el texano ha sido el peor presidente de Estados Unidos pero olvidan el impeachment de Nixon y Clinton. Obama tiene muchas cosas para ser un buen gobernante pero el color de la piel y su histórico triunfo no le convierten en infalible. Los problemas a los que se enfrenta son tantos y tan gordos que sería difícil ir a peor. Sólo puede mejorar la situación. Debe frenar la crisis económica, buscar una solución en Oriente Próximo, acabar con el terrorismo de Al Qaeda en Afganistán, dar paso a la paz en Iraq, ofrecer un sistema sanitario barato y de calidad a sus compatriotas, recuperar la alianza diplomática con la Unión Europea, ganarse la confianza de China y Rusia, esquivar las amenazas bélicas de Irán y Corea del Norte, dotar a Estados Unidos de un nuevo modelo energético y crear más de dos millones de empleo. Obama recibe tantos elogios en España que parece el presidente perfecto, pero en menos de una semana ya ha recibido críticas de la prensa por su oscurantismo y de colectivos provida por subvencionar a los abortistas. La confianza en la era Obama va camino de convertirse en fe ciega. De otro modo no se explica que el PSOE haya afirmado con total rotundidad que Obama y Zapatero coinciden en su política exterior. Habrá que ver si siguen sosteniendo lo mismo cuando visualice su apoyo a Israel en detrimento de Palestina, cuando incremente la ofensiva bélica en Afganistán, cuando tenga que enfrentarse a Chávez y Castro en Iberoamérica, cuando responda a las amenazas nucleares del iraní Ahmadineyad y cuando reparta entre sus socios internacionales a los presos de Guantánamo. La alegría del cambio ha dado paso a una peligrosa euforia que puede devolver a España a la senda del seguidismo yanki. Malo fue que Aznar pusiera los pies sobre la mesa de Bush, pero peor aún sería que Zapatero tropezara en el mismo error. No es descartable porque, como el converso, ha pasado de ver en Estados Unidos la fuente de todos los males a la cuna de la democracia moderna.

Fotografía de Pablo A. Iglesias

Pablo A. Iglesias

Fundador de LaSemana.es

Doctor en Periodismo

Director de Información y Contenidos en Servimedia

Profesor de Redacción Periodística de la UFV

Colaborador de Cadena Cope en La Tarde con Ángel Expósito