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ANÁLISIS DE ESPAÑA

Rajoy y el ¬efecto McCain¬

Fotografía

Por Alejandro RequeijoTiempo de lectura3 min
España09-11-2008

Europa consume Estados Unidos en clave de espectáculo. O más bien son ellos los que directamente se exportan a si mismos en clave de emoción. Ya sea una guerra, una historia de amor, un sueño que se hace realidad o una campaña electoral. Siempre uno se queda con la sensación de haberlo visto antes en el cine. Si acaso en algún telefilme de serie B. Pero aun así, las miles de personas que trasnocharon la madrugada del martes al miércoles delante del televisor llegaron al discurso de Obama otra vez con esa sonrisa bobalicona que asoma siempre en los finales felices. A lo largo de la noche fueron pasando todos los personajes habituales. El malo que al final se hace bueno y, elegante, asume su derrota. Su mano derecha que es la verdadera mala del cuento. Pese al varapalo, sonríe maligna desde su castillo de hielo en el país de la nieve, haciendo presagiar su retorno en una segunda parte. El actor secundario derramando las lágrimas del pasado. Mezclado entre una multitud de extras. Históricos desheredados que ensalzan y decoran al héroe. Éste es guapo y se rodea su familia, también guapa. Y pronuncia un discurso que definitivamente lleva a los lloros a los más fáciles de lágrima. Todo ello con el ingrediente de sentirse uno testigo directo de la historia. Pero aunque cueste y no lo parezca, al final no deja de ser política. Aunque contada de otra manera. Para demostrarlo están los políticos de aquí. Como aves de rapiña se han cargado el romanticismo y se han lanzado ha apoderarse de los restos de ese efecto Obama. Populares y socialistas intentan patrimonializar su popularidad hasta el punto de especular con a quien de los dos votaría si fuese español. Puede haber ciertas similitudes. Por un lado es verdad que Obama ha llegado a la Casa Blanca, en parte, gracias a Bush igual que Zapatero llegó a La Moncloa gracias a Aznar. Visto de otro modo, tanto McCain como Rajoy se quedaron sin su sueño por el rechazo general a sus directos antecesores. Es cierto que Obama también se opuso a Iraq desde el principio. Y que no se mofa del cambio climático. Pero también hay que tener en cuenta que en EE.UU. el socialismo o la izquierda son términos que, sencillamente, no existen. Así andan PP y PSOE en una disputa tan absurda y estéril como dar indicaciones a los jugadores desde el segundo anfiteatro de un estadio de fútbol. Ahora bien, lo que ya ofrece menos dudas es quien sufre más en sus carnes el efecto McCain, que también existe. Amén de lo anteriormente citado, el efecto McCain es la confirmación de la derrota definitiva del partido Republicano tal y como lo conocíamos hasta ahora. Su reconstrucción tendrá que ir más allá de encontrar a un líder carismático. Será necesario cambiar incluso algunos puntos del ideario. Del mismo modo, la segunda derrota de Rajoy ante Zapatero también obligó a los populares a reformarse o morir. Y ese lavado de cara fue mucho más allá de un cambio de cromos. Llevó incluido una variación de discurso y enterrar muchos de los caballos de batalla de la pasada legislatura. El problema para Rajoy es que nada parece hacerle remontar el vuelo. Los recientes datos del CIS en el que se indica un empate técnico con el Gobierno en intención voto y su escasa popularidad han sido un castigo demasiado duro. Cuando remodelas el partido de arriba abajo. Destierras a antiguos pesos pesados. Cuanto te impones a una revuelta interna. Te rodeas de una corte de fieles escuderos. Cuando encima tu oponente tiene ante sí la mayor crisis económica de todos los tiempos. Si a pesar de todo esto, no estás por encima en las encuestas -aunque sólo sea una décima- es que algo falla. El ¿se imaginan a un negro en la Casa Blanca? ha caducado. Ahora es ¿se imaginan a Rajoy en la Moncloa?.

Fotografía de Alejandro Requeijo

Alejandro Requeijo

Licenciado en Periodismo

Escribo en LaSemana.es desde 2003

Redactor de El Español

Especialista en Seguridad y Terrorismo

He trabajado en Europa Press, EFE y Somos Radio