ROJO SOBRE GRIS
Menos es más
Por Amalia Casado3 min
Opinión09-11-2008
Estoy convencida de que el exceso de actividad nos reduce el cerebro. Por lo menos, la capacidad para pensar, para desarrollar un espíritu crítico, para plantearnos dónde vamos, qué queremos exactamente y dónde lo podemos encontrar. Esta semana hablaba con una amiga sobre el significado del ocio y el negocio. Negocio es, precisamente, la negación del ocio: neg-ocio. Si ocio es dedicarse a los fines, a pensar sobre el sentido de las cosas, a lo inútil, negocio es dedicarse a lo útil, a lo práctico materialmente, a los medios, al hacer: a la supervivencia. Hacemos muchas cosas. Tenemos ritmos de vida frenéticos. Sucede sobre todo en las grandes ciudades. Sus dimensiones inhumanas devoran horas de vida de los habitantes en atascos, transportes y gestiones. En cualquier lugar, sin embargo, el estilo de vida predominante se rige por unos parámetros de felicidad basados en el tener y en el poder. Sin darnos cuenta renunciamos al tiempo, porque vivir es detenerse a pensar para disfrutar. Y detenerse es... perder tiempo de hacer cosas “útiles”. La lectura, las películas, la televisión, los periódicos, la comida... se han adaptado a estos estilos de vida, y éste es el origen de los productos-basura. Surge la literatura fácil que no precisa reflexión, con historias y emociones de rápido consumo. Engullimos comida aparentemente bonita pero insípida -¿recuerdan el último tomate que les supo a tomate, el lugar donde lo compraron y ¡a cuánto! costaba el kilo?-. La prensa escrita de rigor pierde lectores a favor de panfletillos con grandes e impactantes titulares sin apenas análisis. Y la televisión apuesta por formatos fáciles de humor fácil para consumidores cansados que legítimamente buscan relajarse sin esfuerzo con lo que sea. Leemos, comemos, miramos y escuchamos sin espíritu crítico. Tenemos sed de algo, y nos bebemos lo que sea sin preguntarnos de qué tenemos sed y sin buscar el agua que la calme. Ahora recuerdo al Principito, en esa escena en que se encuentra con un comerciante que vendía píldoras para calmar la sed. Si el invento provocó la sorpresa del pequeño Príncipe, más aún que el sentido las píldoras fuera ahorrar tiempo: 53 minutos a la semana, exactamente. “¿Y qué se puede hacer con esos 53 minutos?” –le preguntó al comerciante. “Cada uno puede hacer lo que quiera” –le contestó. “Si yo tuviera 53 minutos libres para gastarlos en lo que quisiera, me dirigiría tranquilamente hacia un manantial” –pensó. Creo que tenemos sed de cosas buenas y valiosas. De un buen libro, de una buena película, de buenos amigos, de buenos artículos de periódico, de buenas revistas, de buen teatro... Y creo que tanto para apreciar esas cosas como para disfrutarlas cuando las tenemos necesitamos más tiempo: verdadero tiempo de ocio. Decía un profesor de la Universidad: “Teme al hombre de un solo libro”. En definitiva, menos es más: necesitamos poco, pero bueno y auténtico. En épocas de crisis surgen muchas oportunidades para hacer esa experiencia A veces nos vienen impuestas... Pero podemos recordar a nuestro Principito: “Los hombres de tu planeta –le decía a su amigo- cultivan cinco mil rosas juntas en un mismo jardín... Sin embargo, no encuentran lo que buscan. Y pensar que lo que buscan bien podría encontrarse en una sola rosa o en un poco de agua... Pero los ojos no siempre ven. Hay que buscar con el corazón”. Rojo sobre gris, Principito.
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Amalia Casado
Licenciada en CC. Políticas y Periodismo
Máster en Filosofía y Humanidades
Buscadora de #cosasbonitasquecambianelmundo