Esta web contiene cookies. Al navegar acepta su uso conforme a la legislación vigente Más Información
Sorry, your browser does not support inline SVG

ANÁLISIS DE DEPORTES

El tren del poderoso caballero

Fotografía

Por Roberto J. MadrigalTiempo de lectura3 min
Deportes28-10-2007

Hace algunas semanas, cuando el Sevilla entró en una pequeña espiral de derrotas, dije que el equipo, con una política clara y un entrenador solvente, tenía mimbres para salir adelante. Así ha sido. Sin embargo, toda vez que Juande Ramos -y junto a él, el preparador físico Marcos Álvarez-, el Sevilla no va a ser el mismo. Tengo dudas, incluso, de que con Antonio Jiménez, que hasta ahora dirigía -con bastante buen tino, por cierto- al Sevilla Atlético, que llegó esta temporada a Segunda División y se mantenía cuarto, a las puertas de unos puestos de ascenso a los que nunca podría optar, por su condición de filial del conjunto hispalense. Lo único claro es que el ciclo mágico del Sevilla de los cinco títulos toca a su fin. La situación se precipitó tras el cese del entrenador holandés que hasta ahora dirigía al Tottenham Hotspur, Martin Jol, por la derrota contra el Getafe en la Copa de la UEFA. Curiosamente, los aficionados lo despidieron con una ovación para agradecerle los servicios prestados, básicamente haber llegado a disputar la previa de la Liga de Campeones esta temporada. Sin embargo, aunque legalmente tuviera toda la corrección del mundo, la operación contrarreloj para hacer que Juande recalase de inmediato en Londres ha tenido aspectos más que discutibles. El primero de ellos, que el manchego ha tenido que apechugar con dimitir y acogerse al decreto 1.006 -dicho de otro modo, las famosas cláusulas de rescisión-, y que ya tenía a su disposición un avión privado del presidente del club británico, el millonario Daniel Levy, para ser presentado antes de 24 horas. Con buen criterio, además de tener señorío en la despedida de Ramos, el presidente del Sevilla, el abogado José María del Nido, ya ha anunciado que apelará a la confederación europea (UEFA) para que ésta fije la indemnización que debe recibir el club. Porque si para fichar a un jugador con contrato en vigor, éste debe esperar a los últimos seis meses de su contrato -esto es, Juande podría haber negociado en enero-, con los técnicos la historia no debiera ser diferente. Si arrebatar a un jugador puede trastocar a un equipo, ¿qué no será con el responsable técnico? Un responsable técnico, pese a todo, con un carácter peculiar. Exigente, en ocasiones irascible, Juande decidió renovar en verano por el Sevilla, a pesar de recibir una oferta mareante -como él mismo reconoció- del Totttenham, que ahora ha subido la puja. Pero el de Pedro Muñoz ya ha demostrado en su carrera que su carácter es fuerte, a veces demasiado; y aunque con la humana debilidad por aprovechar una oportunidad -deportiva y salarial- seguramente irrepetible, lo cierto es que ha ido a esperar a un mal momento. Primero, porque el oportunismo no lo deja en muy buen lugar, éticamente hablando, con respecto a su club actual; segundo, porque -si bien con unas expectativas no muy altas, por ahora- sus pasos van a ser seguidos con lupa y se arriesga a un fracaso sonado. Tercero, por la frialdad con que se ha despedido de los aficionados: una discreta nota, aunque con palabras cálidas, en su página web. En cualquier caso, Ramos es el último emigrante de un fútbol español cada vez más internacionalizado, y que en el campeonato inglés está encontrando, particularmente, su segunda casa. A pesar de todo, cabe desearle suerte para afrontar el reto que lo espera en el Tottenham. A medida que vaya desplegando su faceta de manager (director deportivo), una etiqueta de la que ser entrenador será un apéndice menor, aunque importante, veremos si el trabajo con Ramón Rodríguez, Monchi, le ha servido de algo. Y sobre todo, si no se acabará llevando a más jugadores españoles. En caso de que tantee a jugadores del Sevilla, tampoco quedará muy bien ante los aficionados. Pero claro, la conclusión de esta historia es que el dinero manda. Ésas son las normas y así serán las consecuencias.

Fotografía de Roberto J. Madrigal