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ROJO SOBRE GRIS

Los afilados dientes de la ignorancia

Fotografía

Por Amalia CasadoTiempo de lectura3 min
Opinión18-09-2006

Es terrible constatar el verdadero atraso de la Humanidad que se refleja en la incapacidad absoluta para proceder con rigor, justicia, ecuanimidad y verdad a la hora de analizar la lección magistral del Papa Benedicto XVI. Es la primera conclusión honesta a la que se puede llegar después de esta semana plagada de sucesos tan desarmoniosos, incomprensibles y desesperanzadores que se han desencadenado esta semana. Se han producido, por segunda vez a nivel mundial, actos violentos e insultantes en las comunidades islamistas radicales como sucedió después de que se publicaran unas viñetas –éstas sí, provocativas- en las que se hacía referencia a Mahoma. Los sucesos acaecidos esta semana tienen, sin duda, una explicación: no se han comprendido las palabras de Bendicto XVI. Pero éste es un grave problema: que hoy en día, entrado ya el siglo XXI, se organice el revuelo padre, con muertes y asesinatos de por medio contra la comunidad católica, a causa de la incapacidad para entender un discurso. La lección magistral de Benedicto XVI en la Universidad de Ratisbona, donde el Papa fue profesor de Dogmática, es denso. Con una formación intelectual escasa es inaccesible. Con una formación intelectual media, uno puede extraer el tema principal y el argumento del texto. Éste discurso es comprensible en su totalidad y en cada uno de sus detalles y matices sólo para aquellos que gozan de una formación intelectual fina y cuidada: la que debería exigírsele a todo universitario digno de ser considerado tal. Si uno lee el discurso, o si le pregunta a alguien formado que le explique con honestidad el asunto, descubrirá que la verdad es bien distinta de la que nos han hecho creer tanto en occidente como en el mundo islámico. Es más: descubrirá la paradoja de lo que ha sucedido estos días. El Papa, en su discurso, reivindica que se le reconozca a la razón la capacidad y legitimidad para conocer la realidad y la verdad en ella contenida. La paradoja reside en que la reacción a sus palabras ha sido un ejemplo de que se generaliza de manera preocupante, tanto en occidente como en el mundo islámico, la atrofia de la recta razón. En realidad, Benedicto XVI expone las bases intelectuales que sustentan su inequívoca confianza en la posibilidad de un verdadero encuentro interreligioso. Advierte a Occidente de que el intento por deslegitimar a la razón como instrumento válido para descubrir la verdad es la gran trampa de este siglo: no puede haber verdadero encuentro si no se le reconoce esa capacidad de conocer la verdad y si excluimos la posibilidad de hablar de Dios desde la razón. La manipulación en Occidente consiste en inhabilitar nuestra razón para un recto uso de la misma. Viene de manos del secularismo, el relativismo, el subjetivismo y la degradación del sistema educativo. Su máxima es: la verdad no existe. También el islamismo padece los efectos de la manipulación: la de convertir la fe en Dios en una ideología y teocrácia que ha de imponerse a todo aquel que no la comparte. Ambas son alienantes, totalizantes y se basan en la ignorancia de los ciudadanos: en incapacitarles para una búsqueda esperanzadora de la verdad. Benedicto XVI recurrió a las palabras de un emperador del medievo en las que entablaba un diálogo sobre la irracionalidad de la violencia para la defensa de la fe. En su propio discurso apuntaba al citarlas que eran “bruscas”. Apenado por la reacción que han provocado, ha aclarado en tres ocasiones y con cuidadosas palabras que su intención estaba muy lejos de la interpretación que de ellas se ha hecho: tan lejos que quienes le han mordido la mano han sido aquellos a quienes se la tendía. La ignorancia muestra sus afilados dientes. Rojo sobre Gris a la humildad de Benedicto XVI, a su sencillez, claridad, respeto a la verdad y coraje. Está cambiando el mundo.

Fotografía de Amalia Casado

Amalia Casado

Licenciada en CC. Políticas y Periodismo

Máster en Filosofía y Humanidades

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