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ROJO SOBRE GRIS

Así se hace el Reino

Fotografía

Por Amalia CasadoTiempo de lectura4 min
Opinión22-05-2006

Son miles los hambrientos a los que han dado y dan de comer; miles los niños a los que han sacado de la miseria, de la violencia, de la ignorancia; miles de jóvenes a los que han ayudado y ayudan a encontrar su lugar en el mundo; miles de hombres y mujeres a los que acompañan en su dolor y en sus alegrías en el camino de la vida; miles de universitarios a los que forman para empezar a ser desde ya grandes profesionales y aún mejores personas comprometidas con su mundo, especialmente con los más débiles y necesitados. Son miles las personas a las que acercan los sacramentos haciéndoles llegar a Cristo vivo, su amor escandaloso, su perdón misericordioso, su palabra de esperanza y su cuerpo mismo en un trocito de pan. Somos miles de personas a las que los Legionarios de Cristo y su rama seglar, el movimiento Regnum Christi, nos han puesto en bandeja el encuentro personal verdadero e inconfundible con Ése que es el único que puede dar plenitud a nuestra vida. Por sus obras los conoceréis. El fundador de los Legionarios de Cristo, el Padre Marcial Maciel, afirmaba que él mismo destruiría con sus manos toda esa obra que Dios le encomendó si ésta dejara de servir a Cristo y a su Iglesia. Pero el propio Maciel sabe que lo que Dios crea, lo que Dios inspira, lo que Dios une o lo que Dios perdona no hay hombre suficientemente fuerte o poderoso que pueda destruirlo, separarlo ni aniquilarlo; que no hay poder humano capaz de añadir un segundo más de vida al tiempo que Dios tenía pensado. Lo que Dios da, sólo Él lo puede quitar. Intentamos acabar con el templo de Dios vivo, que era Jesucristo, a golpe de martillo, de flagelo y clavándolo en una cruz para rematarlo. Y al que llegamos a desfigurar hasta resultar irreconocible, resucitó. Y nos ama. Aún más: murió para perdonarnos por matar cada día, con nuestro olvido de Dios y con cada desprecio, al que más nos ama del mundo y nos conoce por nuestro nombre desde antes de nacer. La Legión de Cristo no es ni sólo ni fundamentalmente una obra humana, como no lo es la propia Iglesia ni los llamados nuevos movimientos apostólicos. El Espíritu Santo las inspira, las anima y las mueve, en obediencia y unidad al vicario de Cristo en la tierra, que es el Papa. Quizás es por esa profunda intimidad con Dios, por ese vivir sólo cara a Él, por ese saber que ni nuestras obras ni su futuro nos llegan a pertenecer del todo, o en casi nada, es por lo que Marcial Maciel nunca se ha defendido de los ataques contra su persona. Ataques terribles, ciertamente. Los ha negado. Y punto. Seguro que lo ha meditado muchas veces: no hay hombre que pueda cuidar la obra de Dios como el propio Dios, a pesar de los hombres, de sus errores y de sus malas intenciones. Seguro que el juicio que espera Maciel es el del Padre, el importante, el definitivo. Mientras tanto, y hasta que llegue ese día, no hay mejor regalo para el fundador de cualquier obra de Dios que el don de abonar la tierra que ha cultivado con una cruz al final de sus días. En el 50 aniversario de la fundación de la Legión, Marcial Maciel pedía poder terminar su vida, no en la tranquila comodidad, sino en la batalla, como Cristo. Son las cosas de los hombres que siguen a Cristo con coherencia: quieren ser como Él. Y al final de sus días, Dios les da el don de una gran cruz con la que puedan acompañarle en lo que fue su calvario, hace 2000 años, y también en su gloria y en la vida eterna. En realidad, eso es lo que se nos pide a todos los cristianos: ser otros cristos. Amar: amar hasta el final, hasta que duela; y cuando duela, seguir amando hasta que deje de doler. Amar: amar profundamente, amar al enemigo, amar al que nos traiciona, al que quiere hacernos daño, al que no nos comprende, al que nos calumnia, al que no nos perdona. Amarnos a nosotros mismos a pesar de nuestros errores, de nuestras imperfecciones, de nuestras debilidades. Amar, amar y seguir amando lo que somos porque somos hijos de Dios. Amar hasta la extenuación, hasta la muerte si fuera necesario. Ser otros Cristos hasta el martirio si hace falta: nos lo pedía el Papa, nos lo pide la Iglesia y el propio Cristo nos lo avanzó: que no nos iríamos de rositas y que seríamos perseguidos por su causa. También nos prometió que Él no nos abandonaría, que estaría con nosotros, que nos daría la fuerza y que fecundaría el esfuerzo. Pues sí, señores: resulta que los cristianos seguimos a un resucitado que está vivo, pero que fue crucificado como el más vil y asqueroso delincuente sobre la faz de la tierra. Y así nos mostró que la cruz es redención, que es salvación para quien la carga y también para otros. Qué maravilla. Qué milagro. Rojo sobre Gris a la Iglesia, por ser madre protectora y maestra; a Marcial Maciel, por llevar una cruz cuyas gracias y dones recibiremos nosotros también; y a los Legionarios de Cristo y sus seglares, por su adhesión incondicional y amorosa a la Iglesia y al Papa. Así sí, señores: así hacemos el Reino de Cristo en la tierra.

Fotografía de Amalia Casado

Amalia Casado

Licenciada en CC. Políticas y Periodismo

Máster en Filosofía y Humanidades

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