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SER UNIVERSITARIO

¿"Cura pederasta condenado por el Vaticano"?

Fotografía

Por Álvaro AbellánTiempo de lectura3 min
Opinión22-05-2006

El Padre Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo (LC), carga a sus espaldas una cruz que le acerca en “fe, serenidad y tranquilidad de conciencia” a la persona a quien él más ama. Carga con la cruz de la difamación y el ostracismo por la acusación no probada de algunos entre quienes él eligió como hermanos de vida y compañeros de misión. Lo hace, además, con el dolor fruto de la traición de un hermano; pero lo hace, sobre todo, con la alegría de quien ve satisfecha una de sus últimas peticiones: no morir en paz, sino en imitación de Cristo. El Vaticano reaccionó el pasado viernes a informaciones publicadas por diversos medios de comunicación. Lo hizo con un comunicado público a la vez sutil y contundente, difícil de comprender para quienes carecen de sensibilidad espiritual e intelectual y que da una información esencial, pero limitada. El corazón del comunicado sostiene que el Vaticano, después de estudiar durante años las acusaciones contra el P. Maciel por parte de ex legionarios, renuncia a abrir un proceso canónico contra él y le invita a una vida de oración y penitencia apartado de su ministerio público. También sostiene que, al margen de las sospechas respecto del fundador, las obras de los Legionarios de Cristo a lo largo de todo el orbe son un efectivo y gratificante apostolado a favor de la Iglesia. Los Legionarios de Cristo contestaron también con un comunicado cargado de caridad y fidelidad a la Iglesia que merece ser meditado. En él se recuerda que el P. Maciel negó las acusaciones, que en imitación de Cristo siempre ha optado por no defenderse y que acepta la invitación de la Iglesia con fe y obediencia, como él y todos los LC se comprometen a hacer siempre. Hasta ahí, los hechos. Que luego algunos medios de comunicación escriban titulares del tipo “Un cura pederasta es condenado por el Vaticano”, es otra cosa. Difamación y delito contra el honor, se llama, además de ignorancia. Porque ni ha sido condenado, ni es pederasta (¿dónde queda la presunción de inocencia?), ni es cura -como se llama a los diocesanos-, sino sacerdote religioso. Otros medios de comunicación callan, como quien tiene algo que ocultar o miedo de situarse junto al débil. He tenido la suerte de que, estudiara donde estudiara, siempre me sentí en mi segunda casa. Jamás fui un número; ni siquiera un alumno: fui siempre una persona. Estudié en una universidad de los LC y en un colegio de los escolapios. Al fundador de éstos, San José de Calasanz, el Papa también le invitó a dejar su obra: las escuelas pías gratuitas. Murió apartado de aquello a lo que había entregado su vida, acusado por compañeros que tenían más ganas de poder que corazón. El tiempo dio la razón al que hoy es santo y todas las escuelas para pobres son hoy deudoras de aquella inspiración. Santa Teresa de Calcuta fue acusada de especular con terrenos y de vender niños para adopción. Pero hoy queda lo que queda: “Por sus obras los conoceréis”, dice el Evangelio; y por sus cruces y acusaciones recibidas, también. Porque no hay obra de seguidores de Jesús que no pase por el falso juicio y la pública crucifixión, sea física o moral. Tal vez por eso el mismo P. Maciel pidió, no hace mucho, cruces en el final de su vida. “Ama hasta que duela”, empieza Teresa de Calcuta; pero termina: “Ama hasta que deje de doler”. Allí está la Salvación. Lo demás, no importa.

Fotografía de Álvaro Abellán

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Doctor en Humanidades y CC. Sociales

Profesor en la UFV

DialogicalCreativity

Plumilla, fotero, coach