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ANÁLISIS DE DEPORTES

Hay motivos, pero es muy pronto para hablar de ciclo

Fotografía

Por Roberto J. MadrigalTiempo de lectura3 min
Deportes21-05-2006

Vaya por delante que el Barcelona no jugó un partido bueno en París, como merecería una final de Copa de Europa. Por ejemplo, el duelo que disputaron seis años atrás Real Madrid y Valencia, en el mismo escenario de Saint-Denis, resultó más vibrante, aun a pesar de las circunstancias particulares que encontró el partido por obra y gracia del árbitro noruego Terje Hauge. Aún le falta al Barcelona soltura en la fase decisiva de los títulos, la confianza que llevó al Madrid –hace no tanto tiempo– a ganar tres finales que disputó en un plazo de cinco años. Los detalles, como la mordiente de Samuel Eto’o, la movilidad que aportó al juego Andrés Iniesta y las asistencias del sueco Henrik Larsson elevaron a los altares al equipo que marca tendencia en Europa, aunque hace un par de meses largos que ha venido ganando los partidos por inercia. Ojo con la autocomplacencia. Porque un rival más pintado que no fuese el Arsenal, que se batió con bravura y llegó a soñar con el título pese a jugar con un hombre menos, podría haber pulido al Barça en la segunda mitad de haber tenido más puntería. La final, más que ensalzar al conjunto culé, descubrió que la aventura del equipo dirigido por Arsène Wenger y su decena larga de partidos sin encajar goles no fue casualidad. Pero como lo que cuenta son los títulos, no lo que podría haber sido, ciertamente hasta ahora el Barça –curiosamente o no– ha calcado los pasos del Dream Team. Aunque Frank Rijkaard sólo necesitó de una temporada para ganar su primer título, no las dos que se pasó Johan Cruyff, la trayectoria ha sido idéntica: una Liga en la primera temporada y el doblete en la segunda. Después, hace ya más de una década, llegaron las ligas de Tenerife y el fiasco de la final europea en Atenas. ¿A que tienta hacer cábalas al respecto? Sin embargo, a pesar de las influencias del entorno azulgrana y de los aires de vedetismo que muchos critican a Joan Laporta, que se parece en poco al candidato que llegó dispuesto a renovar el funcionamiento del club, hay un ingrediente decisivo para pensar que la historia no tiene por qué repetirse: el entrenador. Aunque con tanta personalidad como el que más, Rijkaard no tiene el carácter polémico de su compatriota Cruyff y será muy complicado que por su lado se tense la cuerda. En todo caso, podría llegar a ser más decisiva la marcha de su ayudante Henk Ten Cate, que puede dar un espaldarazo a un jugador del equipo de ensueño como Eusebio Sacristán. Ahora bien, es cierto que según manda la tradición, la balsa de aceite que ahora mismo es Can Barça durará en calma lo que se mantengan los buenos resultados. En cuanto falle la ecuación, volverán las tendencias cainitas del club. Por eso, en su centenaria tradición, hasta que la UEFA no propuso la Liga de Campeones y abrió la participación a los cuatro mejores equipos españoles, el Barça no participó con asiduidad en la Copa de Europa. La historia ha cambiado, pero la modestia no debe perderse. En todo caso, mientras dure la sonrisa de Ronaldinho será buena señal.

Fotografía de Roberto J. Madrigal