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SIN ESPINAS

La Guerra y la Belleza

Fotografía

Por Javier de la RosaTiempo de lectura2 min
Opinión15-10-2001

La guerra debe de ser ese fenómeno que oculta toda la belleza que hay en el mundo. Y digo que debe de ser porque no la he conocido más que en libros, en telediarios y en películas. Sin embargo, me permito entrever su onda expansiva. Ésta llega a las mentes y a los corazones sensibles -de piedra- de cualquier privilegiado humano que la intuye desde la distancia. A él, ella sólo ataca su conciencia, el estado de ánimo de su espíritu y las entrañas de su ánima estupefacta por lo acontecido. Luego, la influencia de la falta de belleza llega al aire, y mientras, la metralla de la guerra rasga por entero las articulaciones de su alma. Las esencias de su género se diluyen entre los espasmos de los hospitalizados; y los cantos a la alegría, a la paz y al amor se tornan en "aullidos" de desconsolados moribundos. Es el suicidio de una especie que se levanta para matar la belleza con la guerra, donde lo más bonito -¡Dios!- es morir matando. Pero, aun escondida, sigue viva entre dislates. Mas, ¿cómo exaltar la hallada sin sufrir esquizofrenia? ¿Cómo entender que convivan ambas sin que la una asesine a la otra? Se trata, lo sé, de un detestable ejemplo de miseria y de grandeza. Tan detestable como aplaudir la grandeza de nuestras miserias, patrón cíclico de la historia lineal del Homo Erectus. Visto está que el hombre aprende para olvidar y que el aprendizaje nunca llega a todas partes. Y si llega, se desvanece con el tiempo o defeca nuevos odios. ¿Cómo teñir la belleza para que no empalague entre tanta mierda? Parece que te invita a una nueva ordinariez histórica entre asco y despojo. Tal vez, amontonando los excrementos de su condición, éste ser vivo la hallará de nuevo, ya virgen y pura. Quizá de una fantasmagórica escultura de su razón saque oro el oscuro corazón del homínido. La guerra y la belleza, la guerra y la belleza...

Fotografía de Javier de la Rosa