Paz
Por Almudena Hernández2 min
Sociedad15-10-2001
Pesa la palabra paz. Es sólida, sonora. Inspira sosiego, calma, quietud, serenidad y equilibrio. Puede estar dentro, porque la paz más importante es la del alma. Puede vivir en ambos lados de los muros, al otro lado de la carne y de su piel e inundar los huesos. También los huesos del alma. La paz pesa en la conciencia como una cruz o como una losa. Estar en paz es creerse satisfecho se ser lo que se es o simplemente estarlo. Quedarse tranquilo. Engañarse a estarse tranquilo o decirse a uno mismo toda la verdad. Arrepentirse de haberse mentido y de engañar a los demás. ¿Acaso la paz es un plomo que ha caído sin herir, virgen de muerte? ¿O es morir en paz y saberse dueño de que nunca dejó de existir ni en el alma ni al otro lado de la carne y de los muros y de que tampoco abandonó los huesos? La paz pesó hasta para quien hace más de un siglo inventó los explosivos que perturbarían su silencio y quiso que quienes la buscaran tuvieran premio. Premio a la paz no lograda o a los que casi la vieron por encima de las nubes. Premio también para quienes curaron las heridas, las yagas del plomo, las quemaduras provocadas por la dinamita. Premio para quienes descubrieron porqué los plomos caen, no quienes los lanzan ni porqué, y que las nubes se levantan mientras abajo quedan quizás otras nubes que no traen paz sino enfermedad, tristeza, guerra. Que el hombre provoque un día nublado no es estar en paz. El hombre falla, yerra, tropieza dos veces en la misma piedra y se equivoca. No sólo un día nublado o una tormenta causan un accidente de avión. Tampoco mueren las personas porque el hospital haya empleado los útiles equivocados o porque los alimentos y los recursos no lleguen a todos los lugares, también de los países ricos. La paz comienza cuando cada hombre quiere que atraviese los muros, la carne, la piel e inunde los huesos. La paz siempre está. Como está el sol, aunque sólo pueda verlo quien se asome por encima de las nubes. Hay que aprender a volar.
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Almudena Hernández
Doctora en Periodismo
Diez años en información social
Las personas, por encima de todo