CRÓNICAS DEL ESPACIO INTERIOR
Contra la vanidad
Por Álvaro Abellán1 min
Opinión10-07-2005
Cuando uno hace algo bien y se le reconoce, cuando se le aplaude, cuando recibe recompensas, cuando se le encumbra, cuando sólo recibe amor sin críticas… ¿Cómo no volverse vanidoso? Esto me preguntaba una compañera preocupada por trabajar su humildad. “No lo sé”, fue mi respuesta. Seguimos conversando. Al rato, en un meandro de la conversación, me cuenta: es que no hice ningún mérito para ese éxito. Me salió bien gracias a horas invertidas por maestros, compañeros y amigos. Me salió bien porque quería agradecer de alguna manera la confianza que en mí pusieron. Me salió bien porque me lanzaron a ello. Me salió bien porque los que me rodearon me permitieron hacerlo. Me salió bien porque seguí el consejo de un amigo. Me salió bien porque no lo hice yo. “Entonces, ya sabes cómo permanecer humilde aun después de hacer las cosas bien”, fue mi respuesta. “Gracias”, me respondió, y se marchó. Quedé solo. Agradecido por aquella conversación en la que, supuestamente, yo había ayudado a alguien. Pero era yo el ayudado -sin que ella lo quisiera o supiera-, por mi compañera. “Gracias”, va, y me dice. Y pienso yo: “No, gracias a ti, compañera”. Pero nos pelearíamos, vanidosos, si tratáramos de mostrar quién ayudó a quién. Contra la vanidad: saberse comunidad.