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LA RÉPLICA

La potencia sin control…

Fotografía

Por Roberto J. MadrigalTiempo de lectura3 min
Deportes17-04-2005

Sete Gibernau lleva camino de ser el nuevo pupas –tras la marcha de Fonsi Nieto al Mundial de Superbikes– en el motociclismo español. El pundonor del piloto español, con todo, quedó una vez más fuera de toda duda: con un hombro maltrecho, consiguió ponerse en cabeza de la carrera de Portugal, apretar los dientes para abrir diferencias. Pero en su afán, arriesgó tanto que terminó por los suelos: al ir el primero, se encontró con una pista más deslizante de lo que esperaba y no pudo controlar a tiempo su moto. El brasileño Álex Barros, que iba tras él, lo vio de cerca y redujo el ritmo para no caerse en el mismo sitio… Los comisarios tardaron en avisar de que la pista estaba deslizante –habían sacado banderas blancas para indicar a los pilotos que podían cambiar la moto si lo querían, por la lluvia, una novedad en el reglamento de esta temporada: ya no se detienen las carreras y se da una nueva salida, como ocurría hasta ahora–, pero lo mismo tardaron para todos los pilotos. Es una causa, pero más una excusa. Gibernau, es cierto, se ha visto perjudicado por tener que ganarse la condición de primer piloto de la marca japonesa –es decir, el que primero recibe los últimos avances técnicos de Honda–, por delante incluso de los pilotos del equipo HRC: el italiano Max Biaggi y el estadounidense Nicky Hayden. Pero al bueno de Sete le falta el último empujón para no ser sólo un piloto agradecido con quien le paga y con quien le pone la moto, un aspecto importante, sino para demostrar que él es quien es no sólo por la moto, sino por sus propias cualidades como piloto. Trabajo, madurez y competitividad no le faltan, pero sí puede que le falte algo más de convicción, le falta un golpe de efecto para poner en su sitio a Rossi –que es tan genial como altanero en ocasiones–. Quizá no lo consiga, pero debe intentarlo: al fin y a la postre, su rivalidad empieza a parecerse demasiado a la que mantuvieron en su día Mick Doohan y Álex Crivillé, que sólo pudo ganar el Mundial cuando el australiano, por forzar, se dio un tremendo porrazo en Jerez. Es una verdadera lástima que, después de dos temporadas magníficas –ha sido el único piloto con agallas y regularidad suficientes para disputarle cada carrera y el título a Rossi–, llegue un momento en que le falte un punto de egoísmo, de mala leche, para saber emplear todas las artimañas que le permite el reglamento, las que emplea el propio Doctor –especialista en entrar incluso por donde no puede–, que arriesga muchísimo pero también comete errores. Con todo, Rossi es el piloto más inteligente sobre la moto porque es capaz de controlar la reacción de la máquina incluso en los momentos críticos –se ha llevado más de un susto en mojado con la Yamaha, una moto menos dulce de pilotar que la Honda– y es un piloto que piensa como ninguno mientras conduce a 300 kilómetros por hora: sabe que es mejor puntuar que caerse y no tiene reparos en dejar ganar a otro piloto. Ésa es, tal vez, la diferencia sutil que ha convertido a Rossi en el gran dominador del MotoGP desde hace cuatro temporadas.

Fotografía de Roberto J. Madrigal