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RELIGIÓN

El cónclave de cardenales elige esta semana al nuevo papa

Por Alejandra Linares-RivasTiempo de lectura1 min
Sociedad17-04-2005

Quien entra Papa en el cónclave, sale cardenal. Así anuncia el dicho popular lo que podría pasar con los purpurados de los que tanto se habla como posibles candidatos. Ante tanto nombre propuesto por los conservadores, por un lado, y por los más modernos, por otro, la posibilidad de que salga elegido un aspirante sorpresa que genere consenso es cada vez mayor.

El cardenal Joseph Ratzinger, decano del colegio cardenalicio y, precisamente, uno de los candidatos que suena más fuerte, es el encargado de presidir la Santa Misa para la elección del nuevo Papa. La Eucaristía, a las 10 de la mañana del lunes 18 de abril, es concelebrada por los 114 purpurados restantes. Ese mismo día, a las 16'30 de la tarde se inicia el cónclave. Los cardenales se dirigen en procesión desde el Aula de las Bendiciones a la Capilla Sixtina donde han de hacer un juramento antes de comenzar con las votaciones para el designio del nuevo Sumo Pontífice. En un momento de la tarde, personal autorizado tiene acceso a la Capilla. Entre ellos, encargados del Estado Vaticano y la Casa Pontificia, sacerdotes con ocupaciones muy concretas, Guardia Suiza, Cuerpo Sanitario, y servicios de prensa de la Santa Sede. Las votaciones se llevarán a cabo a ritmo de dos por la mañana y dos por la tarde. Los purpurados descansarán cada dos días. Mientras dure el proceso, los cardenales vivirán aislados del resto del mundo en la Casa Santa Marta, un alojamiento en el propio recinto del Vaticano. Dicha estancia fue hecha construir por Juan Pablo II para este fin. Cuando los purpurados lleguen a un acuerdo, se anunciará a los fieles con el célebre humo blanco procedente de las papeletas de votación quemadas, junto con el repique de las campanas de la Basílica de San Pedro. El elegido decidirá si acepta la enorme responsabilidad y elegirá un nombre. A continuación, se retirará al Cuarto de las Lágrimas, donde, según la tradición, llora ante el peso de su misión y se viste antes de ser presentado a los 1.100 millones de católicos del mundo con la tradicional fórmula Annuntio vobis gaudium mágnum. Habemus Papa.

Fotografía de Alejandra Linares-Rivas