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BALONCESTO

Una competición en el camino de la estabilidad

Por Miryam Briz / Javier HerreroTiempo de lectura2 min
Deportes10-01-2002

La historia se repite, dicen, y la ciudad de Salamanca vuelve a acoger la Copa de la Reina, como ya hizo en 1962. En aquella ocasión, el Creff Madrid se impuso al Indo Barcelona. Eran otros tiempos, los del deporte amateur (de aficionadas). Otros equipos, Ros Casares y Celta, con otros argumentos, en vías de profesionalización, eran los máximos candidatos al título.

Aunque no con el mismo nombre, la Copa de la Reina de baloncesto femenino se instauró en 1943. El primer equipo campeón fue el RCD Español, que venció a una selección de la Federación de Madrid en Palma de Mallorca. Sin embargo, serían secciones femeninas de la capital de España las que acapararían los primeros títulos de esta competición. Así, los combinados madrileños ganaron hasta en ocho ocasiones la competición (1944, 1945, 1950, 1951, 1952, 1953, 1960 y 1961). La Copa se disputa con su nombre actual desde 1978, y aunque sin contar con las estructuras del deporte masculino, lo ha hecho de forma ininterrumpida. En su formato actual, la Copa de la Reina la disputan los ocho mejores equipos de la Liga femenina al término de la primera vuelta. En los últimos 25 años no ha habido dominadores férreos, aunque los grandes equipos han inscrito su nombre en la lista de vencedores: los más legendarios, el Godella (en 1991, 1992, 1994 y 1995, aunque con distintos nombres), el Celta (1981, 1982, 1984 y 2001), el Pool Getafe (1997 y 1998). También han sido bicampeones el Sandra Gran Canaria (1999 y 2000), el Picadeo (1973 y 1978), el Intima Barcelona (1979 y 1980). Aunque está lejos de alcanzar las cuotas de seguimiento y presupuestos del baloncesto masculino, la evolución del baloncesto femenino en los últimos años ha hecho que los partidos no tengan nada que envidiar a los de Liga ACB y la Copa del Rey. No obstante, pese a que el apoyo de la Federación Española de Baloncesto sigue siendo necesario para dotar de consistencia a la competición, la presencia de las televisiones, el dinero procedente de los patrocinadores -en el caso de Salamanca, la elección de la sede tuvo mucho que ver con la promoción de la capitalidad europea de la cultura de la ciudad en el 2002- y la profesionalización hace que la dependencia de las estructuras federativas sea cada vez menor.