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FALLECIMIENTOS

El mes de agosto despide a Manuel Alvar, Jorge Amado y Juan Muñoz

Por Pedro Fernaud QuintanaTiempo de lectura2 min
Cultura29-08-2001

Con Jorge Amado, desaparecía la mirada apasionada de un maestro de la sensualidad y la fantasía carioca. Cuando se marchó Alvar, todos coincidieron en referirle como un sabio único de la lengua española. Tras la muerte de Juan Muñoz, desaparece la estela de un creador único y genial, que había revolucionado el mundo de la escultura en las dos últimas décadas.

Agosto ha contemplado cómo se esfumaban las vidas de tres referentes indiscutibles del panorama de la cultura. Manuel Alvar decía adiós después de batallar contra un prolongado cáncer, que lo había mantenido en coma durante sus tres últimos días de existencia, pero que nunca podrá borrar la huella de uno de los más profundos conocedores de la lengua española. Un erudito infatigable que dedicó montones de horas para hacer menos intrincadas las conexiones entre lengua y realidad. Premio Nacional del ensayo y la investigación lingüística, murió con 78 años y muchas clases universitarias y libros, como portavoces de su afán por hermanar la lengua con lo cotidiano. La muerte de Jorge Amado ha suscitado innumerables y significativas muestras de duelo. Mario Vargas Llosa calificó a Amado como "uno de los más grandes escritores de nuestro tiempo, que difundió el mito brasileño en los cinco continentes". El presidente de Brasil, Fernando Cardoso, decretó tres días de luto en memoria "del creador que tuvo el valor de pintar Brasil con sus colores reales y, a partir de ellos, proponer su utopía". "El padre de Gabriela, clavo y canela, Doña Flor y sus dos maridos o Los capitanes de arena murió a los 88 años, a causa de un infarto. El fallecimiento menos previsible y más reciente fue el de Juan Muñoz. El escultor madrileño sufrió un ataque al corazón, que terminó con su vida, de 48 años, el pasado 29 de agosto, cuando disfrutaba de su casa de verano en Ibiza. En la obra de Muñoz, la disposición y los conflictos de sus figuras generan una dramatización que expresa intensamente el abandono del hombre contemporáneo. Su última creación, expuesta en el museo Tate Modern, en Londres, había sido muy bien acogida por la crítica más exigente. En el año 2000, fue distinguido con el premio Nacional de las Artes Plásticas, galardón que reconocía su "singular ansia de frenesí social", en palabras del pintor Miquel Barceló.