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La llegada de los nuevos estados exige más que nunca la creación de una Europa social

Por Eva OlarteTiempo de lectura2 min
Economía01-05-2004

El 1 de mayo fue la fecha clave. 10 nuevos estados del este del Viejo Continente se incorporaban a la Unión Europea (UE), protagonizando con ello la mayor ampliación de la más bien reciente historia de la Unión. Ya se habla de la Europa de los 25. Europa, que al fin ha olvidado que un día fue un continente dividido en dos.

El 1 de mayo los sindicatos volvían a salir a la calle para conmemorar el Día del Trabajador, reivindicando sus derechos pero, al mismo tiempo, celebrando que su situación progresa cada día. Mientras tanto, en Dublín, los jefes de los estados miembro de la UE se reunían para dar la bienvenida a Chipre, Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Hungría, Letonia, Lituania, Malta, Polonia y República Checa, los 10 nuevos países que vienen a conformar la Europa de los 25. Los sindicatos de toda Europa también se unieron a la celebración. “Es una ocasión histórica para unir a las naciones europeas sobre los valores fundamentales de la democracia, la paz y la libertad y, sin duda, marca el final de las divisiones existentes en el continente desde que concluyó la Segunda Guerra Mundial”. El Secretario General de la Confederación Europea de Sindicatos, John Monks, recibía con los brazos abiertos la nueva expansión de la Unión. Porque, además de poner fin a viejas tensiones, la ampliación significa la aparición de un nuevo bloque comercial de 450 millones de personas, capaz de competir con los Estados Unidos y de lograr una posición cada vez más influyente en el orden global. Sin embargo, y, a pesar del júbilo generalizado, los sindicatos han señalado los puntos flacos de la nueva UE, que, en vez de impulsar a Europa hacia el liderazgo mundial podrían, al contrario, suponer un largo periodo de introspección dedicado a resolver los problemas que van a derivarse de la integración de los nuevos socios. Entre antiguos y nuevos miembros existen enormes disparidades, tanto económicas como políticas y sociales, que podrían complicar el proceso de integración. Ante esta situación los sindicatos insisten en la creación de una Europa Social que debería llevar a fortalecer las instituciones democráticas en los nuevos países, así como a mejorar los sistemas de protección social, los derechos de los trabajadores y la participación ciudadana en las políticas de crecimiento y desarrollo económico.