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PERIODISMO

Fallece la editora del ¬Washington Post¬ a los 84 años

Por Juan Martín MuñozTiempo de lectura1 min
Comunicación19-07-2001

La desaparición de Katharine Graham supone la pérdida de una de mujeres más influyentes en la sociedad norteamericana que consiguió unir alrededor del Washington Post uno de los grupos más poderosos del mundo. Katharine Graham estuvo al frente del Washington Post a lo largo de dos décadas, lo salvó de la ruina y lo transformó en un grupo multimedia que se ha convertido en una referencia mundial.

Graham reconstruyó un periódico que se encontraba en quiebra y que había comprado su padre en una subasta. En la vida de Graham existen tres momentos que definieron su fuerte personalidad y responsabilidad periodística. El primero fue asumir, tras la muerte de su marido y editor del Post, la dirección de una gran empresa que se encontraba en graves problemas económicos y políticos. A los 46 años Katharine Graham tuvo que abandonar su vida de ama de casa adinerada para cubrir el hueco que dejó el suicidio de su marido al frente del Post. El segundo acontecimiento fue la decisión de publicar en 1971 Los Papeles del Pentágono, en los que se incluía un estudio secreto sobre la Guerra de Vietnam. A pesar de las presiones del Gobierno y las negativas de sus abogados Graham entendió su obligación de darlos a conocer a la opinión pública. El caso Watergate es el tercer asunto que marcó su vida y su carrera profesional. La publicación de informaciones confidenciales terminó con la dimisión, por primera vez en la historia, de un presidente de los Estados Unidos. Richard Nixon era consciente del poder que tenía el Washington Post. Nixon tuvo que abandonar la Casa Blanca. El reconocimieto a una carrera marcada por continuos éxitos periodísticos le llegó en 1998 al ganar el premio Pulitzer con un libro que era una autobiografía, Personal History, dedicado a una vida intensa dividida en dos etapas: antes y la de después de dirigir el Washington Post. A Katharine le g! ustaba que la llamaran Kay, aunque pocos se atrevían a pronunciarlo. Kay, tan admirada como odiada.